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Análisis del Comportamiento Verbal Articulatorio en Conversaciones Grupales Espontáneas. E. Barrull, 1992. (esteban@biopsychology.org)

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1.3 Planteamiento teórico e hipótesis


En la revisión anterior, hemos visto como la hipótesis más clara, sobre la existencia de ritmos en el comportamiento verbal, afirma que dicha existencia se deriva de la estructura existente en el componente simbólico de toda emisión verbal.

El concepto genérico de 'idea' constituye una unidad funcional dentro del proceso de elaboración verbal, y dicha unidad es la responsable de los ciclos de vacilación y fluidez, o también llamados ciclos cognitivos.

No obstante, creemos que dicha hipótesis se deriva de unos planteamientos teóricos previos, aunque estos no se formulen de una forma explícita. O dicho de otro modo, que esta forma de pensar presupone unos principios generales, que constituyen su marco referencial teórico o paradigmático.

Nos proponemos analizar estos presupuestos teóricos, así como derivar de ellos nuestra propia hipótesis de investigación. Aunque la hipótesis anterior pueda parecer lógica, cabria preguntarse, por ejemplo, ¿Porqué el contenido simbólico se nos aparece dotado de estructura? y también, ¿Porque dicha estructura tiene que revelarse en la señal acústica, resultante de la emisión verbal?

El marco referencial al que nos referimos, y desde el cual pueden responderse estas cuestiones, no es otro que el de la teoría de la Gestalt, y en concreto, la formulación que de ella hace Köhler (1947).

La teoría de la Gestalt se inscribe en la tradición experimentalista alemana iniciada ya en la segunda mitad del siglo pasado (Müller, Helmholtz, Fechner, Ebbinghaus, Wunt, etc). No obstante, constituye una reformulación moderna de dicha tradición, en la que se integra la nueva perspectiva científica y cultural desarrollada en la Alemania de la primera mitad de este siglo.

La teoría de la Gestalt, expuesta por Khöler, se estructura entorno a tres principios o axiomas fundamentales: 1) el isomorfismo psicofísico; 2) el principio de la forma y 3) el principio dinámico. Sólo los dos primeros principios nos van a ser necesarios para sostener la hipótesis anterior y para derivar nuestra propia hipótesis.

El primer axioma que hemos de considerar es el principio del isomorfismo psicofísico. Este principio es una evolución del principio del paralelismo psicofísico desarrollado por Weber, Fechner y Wunt, entre otros, a finales del siglo pasado.

El paralelismo psicofísico afirma la existencia de una relación (matematizable) entre los procesos subjetivos experimentados y los procesos bio-físicos del propio organismo, los cuales son, en principio, objetivamente observables. Se trata de superar el dualismo cartesiano cuerpo-mente, de forma que ambos fenómenos se consideran como manifestaciones de una misma y única realidad. En palabras de Spinoza "la sustancia pensante y la sustancia extensa son una y la misma sustancia" (Cit. en Sahakian, 1982, p. 63).

De forma esquemática podemos escribir

es decir, se supone la existencia de una función q bajo la que se relacionan los procesos experienciales E con los procesos físicos F del propio organismo o sistema. Lógicamente, el problema reside en encontrar, para cada grupo de fenómenos experienciales, la función q que le corresponde.

Este principio está presente, aunque normalmente de forma no explícita, en la mayoría de las investigaciones del comportamiento verbal en su dimensión física, y en alguna ocasión aparece de forma explícita, como por ejemplo cuando Goldman-Eisler (1958) expresa que "implícitamente está la idea de que existe un continuum de procesos que relacionan el lenguaje y el habla con los estados psico-fisiológicos del organismo" (p. 59)

Así mismo, Butterworth (1975) lo expresa claramente cuando, refiriéndose al trabajo de Henderson et al. (1966) dice que ellos "infirieron de la dependencia matemática entre las fases de vacilación y de fluidez, una dependencia psicológica" (p. 76).

El principio del isomorfismo psicofísico de Khöler, es una evolución del anterior, en el sentido de concretar un poco qué tipo de función q debemos buscar. En concreto, el principio supone que q tiene el carácter de un isomorfismo (haciendo una analogía con el concepto matemático). Con ello se quiere decir que la función q conserva la forma del fenómeno en cuestión, o dicho de otro modo, que existe una relación muy íntima o directa entre la experiencia y los procesos físicos correlativos de tal modo que estos conservan una misma forma en común.

Puesto que ningún axioma puede ser demostrado, su aceptación depende del grado de verosimilitud que muestre a la luz de los conocimientos del momento. En este sentido, Khöler intenta dar una razón intuitivamente aceptable que justifica la aceptación de dicho principio: "Ya que la experiencia depende de acontecimientos fisiológicos cuya localización se encuentra en el cerebro, deberá implicar indicios acerca de la naturaleza de dichos procesos. Sostenemos que si la experiencia objetiva nos permite establecer una imagen del mundo físico, ha de permitirnos, asimismo, establecer una imagen del mundo fisiológico, al cual está mucho más íntimamente conectada" (Khöler, 1947, p. 58). Es decir, del mismo modo que inferimos propiedades del mundo físico externo de nuestra experiencia (perceptiva), con más razón hemos de poder inferir propiedades de nuestro acontecer fisiológico de las experiencias asociadas a los mismos.

En consecuencia, y por razones de simplicidad, Khöler llega al siguiente planteamiento: "Entre ambos órdenes sistemáticos -el de las experiencias y el de los procesos fisiológicos- cabe esperar que se descubran diversos tipos de relación. Pero la existente entre los dos sistemas de ordenación sólo será simple y neta si postulamos que ambos tengan la misma forma o estructura en tanto se trata en ellos de sistemas" (Khöler, 1947, p. 59).

Así, el principio del isomorfismo queda expresado de la siguiente forma:"las unidades de la experiencia corresponden a unidades funcionales en los procesos fisiológicos subyacentes. Así, pues, también a este respecto se supone que el orden experimentado constituye una fiel representación de un orden correspondiente en cuanto a los procesos (fisiológicos) de los que depende la experiencia."(1) (Khöler, 1947, p. 62). Hay que hacer notar que esta idea ya había sido anticipada por Spinoza cuando afirmaba que "el orden y conexión de las ideas es igual que el orden y conexión de las cosas" (Cit. en Sahakian, 1982, p. 63).

Podríamos decir como ejemplo, aplicando este principio, que a una experiencia 'agitada' le corresponde unos procesos fisiológicos de carácter igualmente 'agitado' y viceversa. Es decir, que la relación q conserva el carácter 'agitado' en ambas caras del mismo fenómeno.

En definitiva, este principio nos da una 'pista' para la interpretación, en términos de procesos experienciales, de las características observadas de los procesos físicos a nivel fisiológico (o con mayor precisión, a nivel neurológico), y viceversa. Es decir, en la medida en que afirmemos determinadas propiedades organizacionales de los procesos experienciales, deberemos encontrar un correlato neuronal que muestre las mismas propiedades.

Ahora bien, el principio del isomorfismo establece una relación entre experiencia y procesos fisiológicos correlativos, y estos últimos son actualmente de difícil observación. Hoy por hoy es impensable realizar un programa de observación de la actividad neuronal del cerebro de forma suficientemente amplia y minuciosa como para aislar y detectar procesos correlativos a experiencias concretas. En cambio, cada vez es más asequible el estudio sistemático del comportamiento físico externo de sistemas humanos gracias al desarrollo de la electrónica.

Puesto que conocemos suficientemente bien que la actividad muscular está gobernada completamente desde el sistema nervioso, no parece descabellado suponer que las propiedades organizativas que se produzcan en la actividad del sistema nervioso se traducirán de igual forma en el comportamiento periférico a que dan lugar(2).

En consecuencia, y siguiendo el mismo razonamiento de Khöler, si el comportamiento es gobernado por los procesos fisiológicos de nuestro sistema nervioso, y estos tienden a ser organizados, tal y como suponemos según el principio de la forma, hemos de deducir que el comportamiento tenderá a ser igualmente un 'asunto' organizado: "la experiencia sensorial tiende a ser un asunto ordenado y que lo mismo puede afirmarse con respecto al comportamiento a que da lugar" (Khöler, 1947, p. 94).

Por consiguiente, desde este principio podemos primero responder a la segunda pregunta planteada al inicio de este apartado. Si experimentamos que el mensaje (simbólico) generado, para su transmisión verbal, está dotado de estructura, debe existir un correlato estructural de sus mismas características en las salidas periféricas involucradas, es decir, en la señal acústica verbal.

Así, no es de extrañar que se intente identificar los ciclos de vacilación y fluidez del comportamiento verbal, con las 'ideas' subyacentes al mismo. En realidad se trata de una aplicación directa del principio del isomorfismo psicofísico, es decir, se busca una misma estructura paralela.

En las investigaciones revisadas en el apartado anterior, la confirmación de la existencia o no de ritmos cognitivos (o de procesos de elaboración estructurada y global del mensaje) viene dada directamente por la verificación de la presencia de ritmos temporales en el comportamiento verbal observable. La afirmación de que si existen ritmos cognitivos deberían existir ritmos en el comportamiento verbal, presupone claramente el principio del isomorfismo psicofísico, puesto que se supone que el comportamiento verbal es la salida periférica de los procesos cognitivos (neuronales) responsables de la elaboración del mensaje.

En cuanto a la primera pregunta que nos formulábamos, esta puede ser respondida a partir del principio de la forma o gestalt, según el cual, los procesos de la percepción tienden a ser 'asuntos' ordenados. Es decir, la organización de nuestra experiencia perceptiva no es atribuible a la organización que pueda existir en las entidades físicas que la originan, ni al repetido contacto con dichas entidades (mediante procesos de asociación y aprendizaje), sino a la intervención activa de nuestro sistema nervioso, de forma independiente del conocimiento y del significado que dichas entidades puedan tener para el sujeto. El principio afirma que "la organización sensorial constituye una realización característica del sistema nervioso" (Khöler, 1947, p. 136)

En la percepción visual, por ejemplo, los estímulos que inciden sobre la retina, son estímulos locales e independientes entre sí, es decir, que en ellos no se 'transporta' ninguna organización. La organización percibida (experimentada) es el resultado de un proceso activo de nuestro sistema nervioso sobre el mosaico de estímulos incidentes, físicamente independientes entre si, que analiza y busca la mejor organización posible que en ellos pueda darse.

Este principio es un atributo general para toda la actividad del sistema nervioso, por consiguiente, el carácter organizado del material simbólico (en tanto que experimentado, y por tanto, percibido) se deriva del carácter organizado a que tiende toda percepción o experiencia, según dicho principio.

Postular que la elaboración del mensaje es un proceso global y no paso a paso, conlleva, desde nuestro punto de vista, implícitamente la idea gestaltica de que la totalidad no se constituye simplemente como una simple agregación de las partes constituyentes, sino a través de procesos de interrelación e interdependencia funcional entre las mismas, otorgando así, la propiedad de gestalt o unidad formal, al resultado final.

Hablar de la 'idea' como un elemento estructurante en la creación simbólica del mensaje, presupone el concepto de unidad funcional gestaltica o forma.

Aunque en ninguna ocasión hemos encontrado una referencia explícita a los principios de la teoría de la gestalt en las investigaciones concernientes a los ritmos en el comportamiento verbal, estamos convencidos de que dicha teoría constituye su marco de referencia paradigmático, y aunque pueda considerarse que sus principios son altamente compartidos por la comunidad científica, hemos creído necesario explicitar dichos contenidos, aún más en la medida en que de ellos podemos derivar lo que será nuestra hipótesis general de investigación.

Por lo tanto, nuestro punto de partida teórico es el siguiente: suponemos que el comportamiento externo, como conjunto de procesos bio-físicos gobernados por la actividad neuronal, es un proceso que tiende a organizarse, y que el carácter de dicha organización (que debemos investigar) puede informarnos (o puede ser el punto de partida para la investigación) de la organización de los procesos experienciales subyacentes a dicho comportamiento, en el sentido de que dichas experiencias conservarán las mismas propiedades organizativas que las halladas en el comportamiento.

Aplicando este punto de vista al comportamiento verbal, y siguiendo al propio Khöler, "el lenguaje (el comportamiento verbal), en tanto que secuencia de hechos fisiológicos, constituye la salida periférica de procesos precedentes, y, entre otros, de aquellos de los que depende mi propia experiencia. De acuerdo con nuestra hipótesis general (isomorfismo psicofísico), el orden concreto de esta experiencia evidencia el orden dinámico de tales procesos (fisiológicos). Así, pues, si mis palabras (mi comportamiento verbal) representan para mí una descripción de mis experiencias (ideas, etc), al mismo tiempo se trata en ellas de representaciones objetivas de los procesos (fisiológicos) que subyacen a tales experiencias"(3) (Khöler, 1967, p. 63).

Aceptando esta posición, y aceptando que las experiencias subyacentes al lenguaje (ideas, mensajes, conceptos, actitudes, emociones, valores, etc) tienden a ser experiencias ordenadas (principio de la forma), dicho orden será el mismo que el verificado en los procesos fisiológicos concomitantes, y por ende, el mismo orden que se produce en el comportamiento verbal, en tanto que éste es una salida periférica de los mismos.

Esta es, pues, nuestra principal línea argumental, de la cual derivamos nuestra hipótesis, pero antes, debemos reconsiderar los argumentos utilizados por los autores que hasta el momento han hipotetizado la existencia de ritmos en el comportamiento verbal.

Creemos que el argumento empleado por Henderson et al., Butterworth, etc, para derivar la existencia de ritmos en el comportamiento verbal, por medio del concepto genérico de 'idea', es en cierta medida usado erróneamente. El concepto de 'ritmo' designa una propiedad formal en el comportamiento verbal, y por consiguiente, debe ir asociada, siguiendo los presupuestos gestalticos, a una unidad experiencial subyacente.

Los autores coinciden en señalar que cada ciclo de vacilación/fluidez del comportamiento verbal, se corresponde a una entidad experiencial llamada genéricamente 'idea'. Pero postulan la existencia de ritmos en la sucesión de dichos ciclos y no la existencia de ritmos dentro de cada uno de dichos ciclos.

Siguiendo con el punto de vista gestaltico, si hipotetizamos la existencia de ritmos (estructura formal) de vacilación/silencio, y a cada ciclo (unidad elemental) le asociamos el concepto de 'idea', deberíamos postular la existencia de una entidad experiencial de nivel superior (macro-idea, discurso, etc) que diese cuenta de la interrelación entre los ciclos, es decir, de los ritmos de dichos ciclos.

Es decir, un ritmo siempre es una unidad formal, compuesta necesariamente por una serie de ciclos que guardan entre si una relación peculiar e identificable. Dos ritmos distintos corresponden a dos entidades formales distintas.

Por consiguiente, no existe ninguna razón por la que los ciclos de vacilación/silencio (a cada uno de los cuales le corresponde una 'idea') se distribuyan en el tiempo de forma rítmica u ordenada, a no ser, que postulemos la existencia de unidades experienciales de orden superior a dichas 'ideas', cosa que en ningún momento se plantea en los trabajos revisados.

Nosotros vamos a intentar resolver este desliz de planteamiento, postulando la existencia de una sucesión de ritmos articulatorios distintos en el comportamiento verbal espontáneo, o dicho de otro modo, que el comportamiento verbal se organiza mediante la sucesión temporal de patrones formalmente reconocibles (es decir, dotados de orden interno). Cada patrón (unidad formal) se corresponde con una unidad experiencial a la que podemos provisionalmente llamar 'idea'.

No obstante, no estamos muy convencidos de que el concepto de 'idea' sea el candidato más adecuado, puesto que hace demasiado énfasis en los componentes cognitivo-racionales de nuestra experiencia, mientras que deja de lado a los componentes afectivo-emocionales.

En todo caso, y para nuestro propósito inicial, podemos dar por bueno el concepto de 'idea', en tanto que nos sirve para designar el carácter estructurado de nuestra experiencia con respecto al comportamiento verbal.

Así pues, formulamos explícitamente y formalmente nuestra hipótesis general de trabajo:

Afirmamos que la distribución temporal de la energía acústica, emitida en comportamiento verbal espontáneo, y a frecuencias entre 1 y 20 Hz, se da en una sucesión de patrones o formas (gestalts), que guardan un orden interno, y por el cual pueden ser reconocidos.


Quizás la forma más intuitiva para visualizar nuestra hipótesis es tomar la analogía de los fonemas. Si observamos la señal acústica en la banda audible (entre 20 y 20.000 Hz), observamos como se halla compuesta por una serie de formas, cada una de las cuales corresponde a un sonido fonico distinto. Cada fonema mantiene una estructura formal distinta de los demás, así como un alto grado de organización interna.

Tomando como base esta imagen, extendemos dicha propiedad a niveles de organización temporal superior, en los que las unidades formales ya no son los fonemas, sino otras entidades que, provisionalmente, hemos convenido en designar como 'ideas'.

La restricción de centrarnos en frecuencias inferiores a los 20 Hz (banda articulatoria), viene dada por el hecho de que a frecuencias superiores entramos en el campo propiamente fonético, en el cual no tendría sentido plantear una hipótesis como esta, que ya ha sido completamente probada.

En el siguiente capítulo, dedicado a la metodología a seguir para verificar nuestra hipótesis, profundizaremos y explicitaremos con más detalle, el concepto de secuencia de formas distribuidas en el tiempo.

Por último, queremos recordar que nuestra hipótesis se ha visto rechazada por las pruebas realizadas, pero no por ello, el planteamiento teorico realizado aquí ha quedado invalidado. En el capítulo dedicado a las conclusiones, logramos ampliar estas posiciones teóricas con nuevos elementos que creemos muy prometedores en cuanto al desarrollo de nuestro conocimiento de los procesos de comunicación verbal, y que no hubiéramos podido realizar de no haber sido por el análisis que acabamos de presentar.

 

Notas:

1. el paréntesis es nuestro

2. Como veremos en las conclusiones, y a la luz de los resultados experimentales obtenidos, la suposición que acabamos de aceptar, lejos de ser trivial, se revelará altamente discutible, y, por lo que respecta al comportamiento verbal en concreto, completamente errónea, si queremos mantener los principios de la teoría de la Gestalt.

3. los paréntesis han sido introducidos por nosotros.

 

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Última actualización:
22/03/06