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"La desamortización de Mendizábal en la provincia de Zaragoza (1836-1851)".  P. Marteles, 1990. (pmlemr@gmail.com)

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4.2.- PANORÁMICA GENERAL: FINCAS VENDIDAS

a) POR AÑOS DE ANUNCIO:

El CUADRO Nº 1 ofrece una perspectiva global sobre el número De fincas anunciadas cada año y que efectivamente se vendieron. Las anunciadas en la prensa siempre fueron más debido a que las incas anuladas, quebradas o sin postor no aparecen contabilizadas.

En la columna de "años" aparecen todos los años en que hubo anuncios de subasta desde 1836 a 1851 con la sola excepción de 1850. Dado que a partir del año cumbre de 1844 se produce una brusca caída y casi paralización de las ventas (no de la gestión de hacienda que tiene que seguir cobrando plazos, etc.) se ofrece al final del cuadro un subtotal (*T45-51) que engloba todas las fincas anunciadas de 1845 a 1851. En los restantes cuadros por años de anuncio, el año 1845 se referirá, por consiguiente, al total anunciado y vendido entre 1845 y 1851.

De este cuadro que muestra el ritmo de venta de fincas y sus variables asociadas, el dato que nos parece más relevante lo constituye la columna referida al "% del valor total". Este dato, contrastado con el "% de número de fincas" vendidas permite varias reflexiones sobre los manidos tópicos de que la rica propiedad de la iglesia se malbarató en cuatro días y de que en esos cuatro días se vendieron todas las "gangas" quedando para después los desperdicios de la incautación.

En primer lugar cabe destacar que el valor inicial de las fincas vendidas entre 1836-45 viene a ser cada año en torno al 10% del total de lo que se vendió, demostrando claramente que no hubo una actuación precipitada y que más bien cabe hablar de parsimonia. Los datos demuestran que los anuncios de venta de fincas estuvieron perfectamente dosificados y no cabe hablar de que se inundó imprevisoramente el mercado provocando una caída de precios tal como algunos enemigos del proyecto vaticinaron que iba a suceder. Cuando las ventas del clero regular se hallaban en declive, a partir de 1842, se vieron reforzadas por las de fincas del clero secular, proporcionando al ritmo de masa de bienes puesta en venta cada año una notable y sorprendente estabilidad hasta 1845.

Por otro lado, si durante los primeros años se vendieron fincas con un valor total de anuncio semejante, dado que eran menos fincas ello vendría a demostrar que eran las mejores (las "gangas"). Pero si observamos los porcentajes de extensión rústica enajenada o las medias de extensión de las fincas hasta 1841, nada hace suponer que las ventas de los dos primeros años contribuyeran decisivamente ni más que los otros años a potenciar la aparición de grandes terratenientes que se aprovecharan en los primeros momentos del "río revuelto".

Es más, si nos fijamos en la columna que refleja el porcentaje del valor de lo vendido cada año que fue adquirido por compradores de fuera del pueblo donde estaba la finca resulta que esos porcentajes van en aumento hasta 1840 y que el primer año de 1836, que se supone que fue el momento de mayores contubernios de la gran burguesía con las autoridades de Hacienda aprovechando que no funcionaba del todo bien la burocracia desamortizadora, se limita a ser de un modesto 10.4% de lo que se vendió ese año.

Si nos fijamos en la "mejora" obtenida en subasta tampoco cabe hablar de que las fincas del clero regular se malvendieran al principio sino que su cotización en subasta durante los distintos años muestra unos altibajos que no cabe desentrañar hasta que abordemos esa variable cruzándola con otras en cuadros posteriores. La "mejora" de las fincas anunciadas en 1836 es superior a la media para el total de la desamortización, pero al compararla con referencias mas ajustadas tampoco se observan grandes diferencias: se aproxima, por debajo, a la media obtenida por el total de fincas del clero regular o por las de frailes que fueron las únicas anunciadas ese año (ver cuadro 12). Y la mejora de 1838 es superior en los tres casos con cierta holgura.

La mejora en subasta sólo baja de 200% cuando entran en el mercado los bienes del clero secular (años 1843-44). La historiografía ha insistido en calificar como más benigna la forma de pago de los bienes de esta procedencia y por consiguiente la interpretación obligada ante la observación de mejoras o cotizaciones más bajas en las subastas ha sido la de concluir que se trataba de bienes de peor calidad, menos atractivos para los ávidos compradores, y que por eso se cotizaron peor en las subastas. Nosotros hemos observado también el fenómeno pero no compartimos la interpretación. El descenso en las mejoras de los bienes del clero secular no se halla en principio ligado a la calidad de las fincas sino a las formas de pago que como se demostró en el capítulo primero resultaban mucho más benignas en los bienes del clero regular y permitían una mejor cotización de las fincas dado que las diferencias se enjugaban a base de pagos de plazos en un papel depreciado.

Las medias de valor y de remate de las fincas vendidas el primer año son superiores a las de los años inmediatos (sin que la diferencia sea espectacular) pero, sin embargo, son semejantes a las de 1841, lo que viene a demostrar una vez más que las fincas vendidas al principio no tenían porqué ser las mejores ni más valiosas. A partir de la lectura de hojas sueltas con notas y minutas de fincas que se preparaban para su anuncio y observando el ritmo de puesta en venta la conjetura que nos parece más próxima a la realidad es la de que al principio las fincas se fueron vendiendo en función de intereses y solicitudes de particulares pero sobre todo en función de que resultara más o menos fácil su puesta en venta, es decir, de que las oficinas contaran desde el principio con los libros de contabilidad y aclarasen todo lo concerniente a quiénes eran los arrendatarios, cuánto pagaban, etc.

Por otro lado, si se observan las convocatorias de subasta de bienes del clero lo más normal es que aparezcan agrupadas muchas o todas las fincas de la misma comunidad en una o varias convocatorias sucesivas, hecho que apunta más a un criterio generalizado de las oficinas por organizar la venta en bloques de bienes de una misma procedencia más que al de atender en cada convocatoria de anuncio a solicitudes de fincas concretas tal como fueran llegando, hecho que obligaría a vender en cada subasta fincas situadas en cualquier rincón de la provincia con la consiguiente complicación para las propias oficinas y posibles interesados en adquirir bienes en una comarca concreta.

b)  POR TIPOS DE FINCAS

El CUADRO Nº 2 distingue entre bienes de naturaleza rústica y bienes urbanos. Aparecen 52 fincas bajo la denominación de "Otros" que aluden a bienes que hemos optado por no calificar como una cosa ni otra. Los diversos tipos de fincas que hemos adscrito a cada grupo se detallan en el cuadro 4.

Los datos de este segundo cuadro hablan por sí solos y no requieren comentario. Las 3/4 partes de los compradores adquirieron fincas rústicas. Estos bienes significaron las 3/4 partes del número de fincas, los 3/5 de los remates, fueron adquiridas por compradores de fuera de la localidad con una frecuencia tres veces superior a la de los bienes urbanos y se cotizaron un poco peor que éstos. Con respecto a las fincas adquiridas por compradores de fuera de la localidad, las rústicas (53%) mejoraron su cotización con un índice igual al del total de rústica mientras que las urbanas (28% del total de urbana) se cotizaron peor.

Lo más significativo estriba en la diferencia de la media de remate entre unas fincas y otras. Las urbanas se vendieron por unos 34.000rs de media y las rústicas en torno a 15.000.

En el apartado de extensión urbana aparecen 552m² en la fila de bienes rústicos. El dato procede de que en algunas "torres" y "pardinas" (fincas rústicas) se citaba la extensión de lo construido y hemos preferido no despreciarla. En el apartado de "Otros" proceden de la extensión de las "eras" que aparecía siempre expresada en varas (como en las casas) y no en cuartales y almudes. Las eras resultaban difíciles de diferenciar en algunos casos de los solares urbanos y en otros casos era evidente que se hallaban junto a las fincas, por ello optamos por incluirlas en la categoría de "otros"

En la columna de porcentaje de número de fincas adquiridas por compradores con profesión conocida el porcentaje es superior en las urbanas dado que el dato lo conocemos sobre todo para los compradores avecindados en Zaragoza y allí fue donde se vendió una gran parte del total de fincas urbanas de la provincia. Y ello nos da pie para llevar a cabo una aclaración metodológica con respecto a nuestra forma de operar. Dado que del 72% de las fincas urbanas de la provincia conocemos la profesión del comprador, el porcentaje es suficientemente representativo y podríamos extraer conclusiones para toda la provincia. Sin embargo dadas nuestras fuentes (conocemos profesiones de la capital fundamentalmente) preferimos hacerlo sin extrapolaciones que de hecho deformarían la realidad y situar las conclusiones en su contexto realmente significativo que es el de lo compradores de Zaragoza capital y del que nos ocuparemos cumplidamente en el penúltimo apartado de este capítulo de análisis de resultados.

El CUADRO Nº 3 nos desglosa el cuadro anterior y a su vez condensa el mayor detalle del cuadro 4. Con respecto al número de fincas destacan los porcentajes de las tierras de labor y de las viviendas.

En las fincas rústicas la cotización de los campos fue mejor que la de las viñas y peor que la del olivar reflejando de esa forma las tendencias de precio y de recesión y expansión de cultivo que señala Peiró (1988, p.175 y ss.) para la huerta de Zaragoza a lo largo del siglo. Las 158 fincas incluidas bajo la denominación de "Resto rústica" (ver cuadro 4) se caracterizan porque dan a la vez el porcentaje más alto de adquisición por interesados de fuera del pueblo y el más pequeño para compradores de fuera del partido. La explicación radica probablemente en que se trata de fincas cuyo aprovechamiento aparece ligado sobre todo a la ganadería y que con frecuencia se hallan tanto o mas alejadas del núcleo urbano del municipio al que pertenecen como del municipio limítrofe.

Las 58 "torres" destacan tanto por el valor medio de sus remates como por la media de superficie de las explotaciones. Como la mayoría de las estadísticas a base de medias, este dato apunta o sugiere hacia una dirección pero no describe la complejidad del fenómeno. En este caso, de haber presentado las desviaciones estándar nos darían cifras disparatadas pues algunas de las torres o casas aisladas en el campo contaban con parcelas de terreno insignificantes (la gran explotación se había fragmentado para su venta y la casa y poco más constituía un lote). Si las medias son tan elevadas es debido a que en este concepto se agrupan algunas granjas de los monasterios de Rueda y Piedra (en Escatrón, Nuévalos y alrededores) que son las fincas de mayor tamaño y las más caras que se vendieron en la provincia.

En el apartado de "huertos" se incluye a éstos y a las huertas. Los primeros se hallaban normalmente intramuros de los propios conventos y las huertas con mucha frecuencia extramuros pero próximas a ellos. Situadas en el casco urbano o en sus cercanías su posible aprovechamiento para la horticultura las hacía sumamente rentables y ello explicaría su excelente mejora en subasta.

A ello habría que añadir la circunstancia de que dada la proximidad de estas fincas al alojamiento de la comunidad religiosa a la que había pertenecido (a veces dentro del propio convento) no es extraño que los arrendamientos se hicieran a personas de confianza y mediante pactos que garantizaran el disfrute parcial de ese terreno por parte de la comunidad a modo de recreo para sus miembros. Ello vendría a significar que al capitalizar su valor, operación que se efectuaba a partir del valor de arrendamiento y siendo éste resultado no únicamente de móviles económicos, es posible que el valor inicial de salida a subasta se hubiera calculado algo por debajo de su valor real, convirtiéndose la mejora en subasta, de ese modo, en el mecanismo compensador de la deficiencia inicial de partida.

Con respecto a los bienes urbanos, a destacar únicamente el alto valor medio de remate y cotización de los edificios de carácter comercial e industrial. Aproximadamente la mitad de los industriales fueron adquiridos por compradores de fuera de la localidad. Las fincas que contribuyeron en mayor medida a estos resultados fueron los molinos de harina y aceite y las ventas o posadas tal como puede apreciarse en el cuadro siguiente.

El CUADRO Nº 4 presenta el detalle de cada uno de los tipos de fincas manteniendo la denominación con que aparecen en los Registros de Compradores de Bienes Nacionales y en los anuncios del Boletín Provincial. Se han ordenado siguiendo el orden de categorías o agrupaciones de fincas que refleja el cuadro 3.

De esta panorámica global del total de lo desamortizado en la provincia cabe destacar que por tipos de fincas en conjunto (individualmente fueron bastantes fincas) tan sólo un monte yermo y los 5 corrales vendidos lograron un total de remate que no llegó a cubrir el de su anuncio en subasta.

Dentro del grupo de "Viviendas" aparecen las diversas denominaciones de casa. En las casas-bodega y casas-horno se dudó a la hora de calificarlas como vivienda o como industria dado su doble carácter. De haberlo hecho como industria la mejora en cotización y media de remate de los edificios netamente industriales habría sido mucho mayor de lo que es, mientras que al considerarlas como viviendas apenas contribuyen a modificar los valores medios de las casas y se ha optado por ello.

Las 39 fincas calificadas como "convento" son en algunos casos el edificio completo de algún convento de la ciudad de Zaragoza y en otros las porciones en que fueron subdivididos para su venta. El caso extremo sería el de la Cartuja de la Concepción de Zaragoza cuyo claustro fue fragmentado constituyendo lotes sueltos con un trozo de claustro y una o más celdas anejas.

En los establecimientos industriales mas importantes por su número, media de remate y mejora (hornos de pan, molinos de aceite y sobre todo molinos de harina) se advierte una mayor presencia de compradores de fuera de la localidad, es decir de capitales de fuera, de la gran ciudad, que se interesan por la inversión de ese tipo y los porcentajes no son mayores porque algunos de ellos se encontraban en Zaragoza capital y fueron sus propios vecinos los que los adquirieron.

En el apartado final de "Otros" aparecen 4 "neveras" que consisten en pozos y balsas para hacer hielo y también 7 "derechos de agua" que aparecen en los registros como "caberías de agua" que se vendieron en Fuentes de Ebro.

c) POR LOCALIZACIÓN DE LAS FINCAS

El CUADRO Nº 5 nos ofrece la distribución de las fincas por los 13 partidos judiciales tradicionales más uno ficticio que hemos denominado "fuera de la provincia" por tratarse de algunas fincas situadas en pueblos de Teruel y Huesca y de las que tomamos la información. En los Registros aparecía aproximadamente un centenar más que despreciamos al tomar nota porque tanto el propietario como la finca estaban fuera de la provincia (fincas en Huesca del seminario de Paules en Barbastro, otras del Cabildo de Huesca, etc).

Sólo los partidos de Zaragoza y Tarazona concentraron el 50% de las fincas vendidas, pero ese rasgo de abundancia de fincas es casi el único que comparten. Mientras que en Tarazona el valor inicial de lo vendido constituye el 12.% del total en Zaragoza es del 45% (casi la mitad del total provincial). Las diferencias aumentan si se considera el porcentaje de lo rematado en cada partido con respecto al total y mucho más todavía si consideramos los porcentajes de lo que fue rematado por compradores de fuera del partido en cada uno de ellos.

Tarazona destaca por el porcentaje de fincas compradas por gentes de fuera del partido, pero Caspe le supera en el % de remate (las grandes fincas del Mº de Rueda contribuyen a ello) y Ateca se le aproxima (grandes fincas del Mº de Piedra). Los mismos factores explican el alto valor de la media de los remates en estos dos últimos partidos. La presencia del Mº de Veruela no fue tan importante en este sentido pues sus mayores y mejores fincas se hallaban en la provincia de Soria tal como se desprende del trabajo de Rosa Ortega.

Las medias de remate en Belchite, Ejea y Tarazona, muy por debajo de lo que fue la media para el total de fincas apuntan al escaso valor individual de las propiedades allí enajenadas. En Tarazona ello se refleja también en la media de extensión rústica de las fincas que son pequeñas (0.68 Ha.), pero en Caspe y Ejea por el contrario las medias de tamaño de las fincas (4.90 y 2.55 Ha.) figuran entre las más altas. La media de tamaño de las fincas rústicas de Sos del Rey Católico (15.01 Ha.) se halla desfigurada por ser pocas y hallarse allí, en Longás, una finca con casi 230 Ha que figura entre las principales de la provincia, otra en Bagües con 55.48 Ha., etc. procedentes de monasterios de la provincia de Huesca.

Con respecto al número de compradores diferentes que adquieren fincas en cada partido destaca una vez más el de Zaragoza ya que en él compran bienes un 44.6% del total de compradores. La sigue en importancia la Almunia con un 13.7%, pero allí se compagina con una presencia notable de compradores de fuera del partido que se hacen con la mitad de las fincas y más de la mitad de extensión rústica. Tarazona es el partido en el que indiscutiblemente la media de fincas por comprador es más elevada.

Los CUADRO Nº 6a, Nº 6b, Nº 6c y Nº 6d ofrecen ordenados alfabéticamente todos los pueblos de la provincia en que se vendieron fincas e indica el partido judicial al que pertenecen. Distingue en algunas columnas si el comprador era de fuera del pueblo o de fuera del partido ya que es un dato de interés .

También hay varias columnas en las que se mide el porcentaje o importancia del pueblo con respecto al total del partido ya que nos parece más significativo que con respecto al total de la provincia. De esa forma se puede ver la importancia de algunas poblaciones dentro del partido judicial y el papel que desempeñaron las cabezas de partido dentro de su comarca.

La columna "% de la extensión total del pueblo" corresponde al porcentaje que supone la extensión rústica vendida en esa localidad (equivalente prácticamente al total poseído por el clero regular y en la mayoría de los casos por el secular) con respecto al total de la extensión del pueblo según la "Reseña estadística de la Provincia de Zaragoza" editada por Presidencia de Gobierno en Madrid, 1956. Como en la desamortización de estos años las fincas rústicas enajenadas eran fundamentalmente tierras de labor habría sido más interesante ofrecer el porcentaje con respecto a las tierras explotadas en cada término, pero carecemos de referencias para la época.

Dado que el comentario del cuadro nos obligaría a presentar listas interminables de pueblos que se caracterizan o destacan por tener unos valores determinados de mejora, extensión, porcentajes de compradores de fuera, etc. que en el fondo resultarían más áridas que la lectura directa del cuadro, ya que en él toda la información sobre el pueblo aparece en una línea, remitimos directamente a la tabla de resultados.

A partir de los datos de este cuadro se podrían generar otros en los que se hallaran valores para los pueblos que cumplen una condición tal como que la extensión rústica adquirida por compradores de fuera oscile entre los tramos 1-25-50-75-100%, etc. Hemos renunciado a ello porque significaría aumentar en exceso la saturación de cuadros que ya se ofrecen y a la vez por la aprensión que nos produce, por ejemplo, intentar sacar conclusiones a partir de datos en los que se agruparían juntos pueblos en que se vendió media Ha. y otros con 300 Ha. por el hecho de que en ambos el 80% de la extensión fue a parar a manos de compradores de fuera del pueblo o del partido.

d) POR VALOR DE REMATE DE LAS FINCAS

El CUADRO Nº 7 agrupa el total de fincas en función de los remates por que fueron adjudicadas en la subasta. Lógicamente tanto el número de compradores como el número de fincas tienden a disminuir conforme aumenta el valor de los remates y esta progresión es de signo contrario a la de la mejora de cotización de las fincas. Las más baratas parece que fueron las que peor se vendieron, pero continuando en la línea ya enunciada anteriormente, no estamos seguros de que haya que atribuirlo al hecho de que eran de peor calidad. Quizás la explicación radique en que eran porciones o bienes más pequeños y que se hallaban mejor explotados que las fincas más importantes y al ser su capitalización más ajustada a su valor real ello contribuyó a que se revalorizaran menos en subasta.

Un dato que resulta sorprendente es el de las columnas con porcentajes de número de fincas y extensión rústica adquirida por compradores de fuera del pueblo. En teoría parece que las fincas de menor valor de remate debieran ser las que eran compradas en mayor proporción por los vecinos del mismo pueblo de la finca y sin embargo no es así. Cuanto mayor es el valor de remate de la finca menor es el porcentaje de número de fincas compradas por gentes de fuera. Con respecto a la proporción de extensión adquirida por foráneos, supera ligeramente el 50% en las fincas vendidas por menos de 25.000rs. En el tramo hasta 50.000 reales desciende (puede hacer pensar en fincas intermedias adquiridas con una ligera mayor incidencia por notables locales) y asciende bruscamente hasta el 72% en las fincas de más de 50.000rs, dato que sugiere abiertamente la tendencia de las fincas rústicas más valiosas a quedar en manos de gentes adineradas de fuera de la localidad.

Si se contrasta el % de número de fincas con el % del valor de anuncio en subasta resulta que el total de fincas vendidas por menos de 6.250rs ascendió al 46% mientras que su valor de anuncio fue solamente del 12.5% con respecto al total. Y si se contrasta con el % de los remates la diferencia es mayor todavía pues ese 46% del total de fincas supuso únicamente el 6.7% del total desembolsado. La abundancia de fincas de escaso valor es pues evidente.

Pero, retengamos estos datos y situémonos en la perspectiva de los funcionarios de hacienda cuyos ingresos estaban en función de los remates y no del número de fincas que vendieran. Tengamos presente además que con objeto de abaratar costes el gobierno facilitó a los compradores el que los notarios incluyeran en una misma escritura todas las fincas desamortizadas que el interesado quisiera. A la vista de todo ello y dado que ningún beneficio se derivaba para la burocracia administrativa de la excesiva parcelación, no cabe duda que los gestores de la desamortización consumieron casi la mitad de su tiempo y su energía administrando la venta de propiedades insignificantes que no fueron agrupadas en lotes mayores sino que se ofrecieron en pequeñas porciones para que pudieran adquirirlos incluso las economías más modestas.

Esta conclusión confirmaría por un lado que las declaraciones de intención de Mendizábal de ampliar la familia de propietarios fueron una voluntad permanente en la gestión de la Hacienda y no meras y efímeras palabras tal como se le atribuye normalmente. Por otro lado tampoco creemos que haya que caer en el angelismo. Sin necesidad de recurrir a otras explicaciones pensamos que el principal mecanismo regulador del tamaño de las fincas y valor de los lotes que se sacaban a subasta venía dado por los sistemas previos de explotación, es decir, que excepto en algunos casos de fincas grandes que se parcelaron y estudiaremos más adelante, la mayoría de las fincas se vendieron en función de que constituyeran entidades separadas de explotación (fincas arrendadas individualmente aunque fueran llevadas por un mismo arrendatario).

Y si ello es cierto, no cabe duda de que como los sistemas de arrendamiento y tamaño de las explotaciones eran bastante diferentes en las diversas provincias del país, el que se observen diferencias de tamaño y remate de las fincas en las distintas provincias no debería tomarse como un dato para tratar de demostrar la intencionalidad o no del gobierno por constituir pequeños propietarios sino como una fuente de información sobre cómo era en esa zona la estructura agraria previa a la desamortización y las formas que adquiría la explotación de la propiedad. Y si no se considera generalizable, sí lo será, cuando menos, en lo que atañe a la masa de bienes pertenecientes a la iglesia.

Como era de esperar, los porcentajes de número de fincas de cuyo comprador conocemos la profesión aumentan conforme aumenta la importancia en remate de las fincas. Sin embargo esta tendencia no se manifiesta en absoluto si lo que tenemos en cuenta es el tamaño de las fincas, tal como se puede comprobar en el cuadro siguiente. Ello hace intuir que grandes valores de remate no significan siempre mayores fincas rústicas y que para desentrañarlo hay que recurrir al cruce de más de una variable.

e) POR TAMAÑO DE LAS FINCAS RÚSTICAS

El CUADRO Nº 8 distribuye las fincas rústicas con extensión conocida (5.033 sobre un total de 5.110) en función de su superficie. Abundando en lo que decíamos en el párrafo anterior nos hemos visto obligados a fijar tramos de extensión que se mueven en torno a extensiones ridículas si las comparamos con los saltos que propone Germán Rueda para Valladolid (0.1- 20- 50- 100 y + de 100 Ha.) o los de Alfonso Lazo para la provincia de Sevilla.

Las propiedades que se fueron sacando a subasta eran evidentemente tan minúsculas que no es necesario insistir en ello. Más de las 3/4 partes de las fincas vendidas no llegaban a una hectárea de superficie. La extensión media de las 226 fincas con más de 4 Ha. se sitúa en 17.16 Ha. Esas grandes fincas que constituyen el 54.6 de toda la superficie desamortizada obtuvieron las mejores cotizaciones en las subastas y a pesar de su escaso número supusieron el 33.3 del total de los remates.

Las medias del remate de las fincas adquiridas por compradores de fuera del pueblo son parecidas en las fincas de menos de 2 Ha., algo peores en las de 2 a 4 Ha. (se refuerza lo apuntado anteriormente sobre la intervención de notables locales para fincas de tamaño intermedio) y francamente más altas en las fincas de mayor tamaño.

Con respecto a los porcentajes de número de fincas adquiridas por compradores de fuera de la localidad y del partido puede apreciarse la gran incidencia de casos en los que el comprador es de otro pueblo dentro del mismo partido, sea cual sea el tamaño de la finca.

f) POR VALORES DE ANUNCIO DE LAS FINCAS

El CUADRO Nº 9 es de similar factura a los anteriores y pone de manifiesto más claramente que el cuadro 7 que el 93.3% de las fincas fueron anunciadas con un valor inferior a los 20.000rs y que ello afectó al 59% del valor inicial del total desamortizado.

Se ha incluido en este caso en una columna el dato de número de fincas con extensión rústica conocida (que empleamos en todos los cuadros para hallar la media de extensión de las fincas, pero que no mostramos). Contrastando su número con el total de fincas de cada tramo puede apreciarse claramente que cuanto mayor era el valor inicial de las fincas más probable resultaba que se tratara de fincas urbanas.

g) POR EL NÚMERO DE VECES QUE FUERON SUBASTADAS

El CUADRO Nº 10 clasifica las fincas por el número de veces que fueron sacadas a subasta hasta que se consiguió venderlas. El que eso sucediera era resultado de una quiebra de un comprador anterior si son fincas del clero regular mientras que en las del secular no sólo es ese el caso sino que los registros recogen también las fincas que quedaban sin postor en una subasta determinada. No es pues un dato que refleje toda la realidad de las subastas. Pero de todas formas era muy raro que las fincas del clero regular se quedaran sin vender una vez sacadas a subasta.

Hemos manejado las hojas impresas de anuncio (de casi todos los años) que emplearon los propios funcionarios de hacienda para rellenar la parte descriptiva de la finca en los Registros de venta. Ello nos permite aseverar que la falta de licitadores se dio muy raramente entre los bienes del clero regular ya que sólo muy de cuando en cuando aparece escrita a mano la nota de "no vendida" en lugar del número de registro que se iba asignando progresivamente tras cada subasta y con el que aparecen las fincas vendidas en los Registros de Ventas.

El 88.5% de las fincas se vendieron la primera vez que se subastaron y los porcentajes aumentan si tenemos en cuenta el valor de los remates o de la superficie rústica afectada. En líneas generales cabe decir que cuantas más veces fue sacada una finca a subasta peor fue su mejora de cotización. El hecho no se puede interpretar con exactitud, pero sea por quiebra anterior o sea por falta previa de licitador, lo que no cabe duda es que la finca no resultaba apetecible para nadie al precio al que se había vendido (pues el quebrador habría encontrado alguien a quien traspasarla si hubiera sido negocio) o por el que había sido anunciada. Y una vez más llegamos a la conclusión que venimos reiterando, es decir, que el concepto "mejora" es un índice que puede ser indicativo de la corrección de la capitalización inicial de la finca y de las condiciones fijadas para el pago.

h) POR EL NÚMERO DE VECES QUE FUE TRASPASADA LA FINCA

El CUADRO Nº 11 muestra el número de veces que fueron cedidas las fincas a otro interesado a partir del momento de su remate en subasta. Los datos serían muy distintos si nos atuviéramos sólo a las cesiones a partir del primer pago de la finca. En este sentido, los libros de cuentas corrientes muestran muy claramente que las cesiones son mucho menos abundantes una vez que un interesado (no confundir con rematante) hubiera abonado la primera quinta parte.

Sólo el 40% de los bienes desamortizados quedaron en manos de los rematantes y aproximadamente la mitad fueron objeto de una cesión. Los datos de medias por valor inicial, remate, rentas y extensión entre las diversas situaciones posibles no apuntan a diferencias importantes que permitan caracterizar a ningún tipo de fincas como poseedoras de la "tendencia a ser cedidas".

Los datos permiten un somero análisis de la manida figura del testaferro y hombre de paja que compra para otros realizando un lucrativo negocio. Si observamos los índices de mejora (sea cual sea su significado), el de las fincas que quedaron en manos del propio rematante es precisamente el más bajo, lo cual está en franca contradicción con la vieja idea de la existencia de un grupo de personas que compran para ceder y saben comprar barato o bien lo consiguen a base de trampas y presiones sobre los otros licitadores. Por lo demás, la diferencia es tan pequeña que lo mejor es decir que no se percibe y por ende concluir la inexistencia de tales grupos.

 

 

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Última actualización:
18/08/07