Biopsychology.org

English

Artículos Casos   Libros Apuntes Otros  

El Hombre ante sí mismo. V.J. Wukmir, 1964.

Atrás Arriba Siguiente
 

CAPÍTULO III - EL DESTINO INDIVIDUAL

(continuación I)

 

CARÁCTER

B-car 1.: insensitivo, inmaduro, limitado, etc.
GLOSA 20.—Sobre la poca curiosidad de vivir.
B-car 2.: sensitivo, madurante, suficiente, etc.
GLOSA 21.—Sobre la caracterología del pensamiento.
B-car 3.: corriente, imitador, convencional, etc.
GLOSA 22.—Sobre los caminos del ahorro interior.
B-car 4.: moderado, servicial, correcto, etc.
GLOSA 23.—Sobre los escuchadores.
B-car 5.: crudo, abrupto, injusto, etc.
GLOSA 24.—Sobre cómo llegamos a la maldad.
B-car 6.: ancho, deferente, pacífico, etc.

 

CARÁCTER

B-car 1.
Rasgos caracteriales de LO DADO
Línea de maduración: RESTRICTIVA
Potencial innato de superación y compensación: RECESIVO
 
Características generales de este grupo:
Egosinforia: Disfórica, por insuficiencia de dispositivos en el sistema de balances
Egocentrismo: en defensa de las propias fuerzas reducidas
Valoración C: inconclusiva
Lo social: subsocial, coestancial
Alterorresponsabilidad: forzosa.
Autorresponsabilidad: de autocreación disminuida [1].
Rasgos SVR [2] OV DOV
B-car 1/1
insensitivo
irreceptivo 
inexcitable
tibio
inerte
—S: Cc, Cs Inferioridad básica
Esquizoide
1/2
inmaduro
retrasado
inepto
necio
degenerado
involucional
V : Cc, Cs » »
Retrasado
Idiota
Involucional
1/3
limitado
simple
lento
torpe
incapaz
inhábil
—R: Cc, Cs » »
Arrefléxico [3]
Apráxico [4]
Atóxico [5]
1/4
cerrado
inaccesible
retraído
abstinente
hermético
—R : Cc, Cs » »
Negativista
Autista
1/5
desalentado
apocado
fatigado
inhibido
forzado
—SVR: Cc, Cs » »
Asténico
Catabólico
Cataléptico
Estereotipado
1/6
inseguro 
indefinido
impreciso
desigual
vago
vacilante
SVR:Cc, Cs
Inferioridad oscilatoria
Labilidad de superación y compensac.
Ambivalente
Cicloide
Neurasténico
1/7
desjuiciado
inconclusivo
incongruente
incoherente
errátil
inexacto
V : Cc, Cs » »
Paranoide
1/8
denso
obtuso
oscuro
nebuloso
turbio
insondable
ofuscado
—SV : Cc, Cs » »
Paranoide
Confuso
Confuso-onírico
1/9
irreal
—S: Cc, Cs Inferioridad básica
Desrealizado

GLOSA 20.—Sobre la poca curiosidad de vivir.

Empezamos la lista de los rasgos caracteriales con una serie de atributos que más bien se prestan a la observación del otro que a la autoobservación. La medida de lo dado en el coeficiente Ho restrictivo acusa con estos rasgos una estructura de recesión en los dispositivos, tanto congénita como involutiva, frente a las exigencias de la vida. Pero hemos tenido que reseñar estos rasgos fundamentales, visibles en el fondo de un carácter, para marcar lo incipiente en la observación de la línea restrictiva de la orientación vital. Todos estos rasgos invitan hacia una exploración más profunda del metabolismo y de las insuficiencias de la estructura congénita, pero aún pueden permanecer dentro de lo normal y pueden, aunque son signos de inferioridad y de recesión, ser compensados y superados por la maduración de la persona, a pesar de estar profundamente arraigados en lo dado e innato de la estructura. Existe esta gente a la que la naturaleza no recomienda, por parte de la estructura regalada, mucho vivir, intenso vivir, gran vivir.

Los vemos desde la cuna tibios, retrasados, inseguros, torpes, cerrados, desalentados. Pero ¿quién sabe? Alguna instintina que abra una brecha más fuerte de lo que suponíamos en el curso de la maduración puede bordear las insuficiencias y borrar la eficiencia de lo negativamente congénito. Podemos nacer con pocas disposiciones de vivir. Pero si dentro de los azares de la maduración surge un día un brote de curiosidad hacia las circunstancias, estamos salvados. La curiosidad es un superinstinto de las especies superiores. Lo han subrayado con interesantes experimentos los que la han estudiado en los monos (Yerkes, Harlow). La línea recesiva, restrictiva de la indiferencia, es antípoda de la curiosidad y es ella la que marca los rasgos de nuestra primera lista ejemplificada. ¡Cuántos seres humanos poco curiosos hemos encontrado a nuestro alrededor! ¡Cuántos hay que se contentan con no usar la curiosidad, aun si existe parcialmente, y viven, si los miramos bien, casi zoicamente! Decrépito, realmente involutivo, es tan sólo el anciano que ha perdido la curiosidad, por lenta que se haya hecho la labor de los metabolismos. Por fuerte que sea la presión fisiológica de los años, si la curiosidad hacia el mundo de las circunstancias o hacia la marcha de maduración selectiva interior no se ha apagado, el hombre puede gozar del vivir, y encontrar el sentido de la vida a pesar de la implacable involución de sus capacidades particulares. La curiosidad, por su función de concienciación progresiva de las vivencias, es altamente compensatoria y superatoria de los rasgos restrictivos en lo dado y edificadora de una posible postura afirmativa adquirida. Es verdad que la curiosidad es, como la espontaneidad, característica del temperamento y no del carácter, y pertenece a las manifestaciones del instinto. Pero se puede observar a veces con suma facilidad cómo un rasgo recesivo primario del carácter, existente, fijable en la persona que observamos, incluso en la nuestra propia, ha sido superado en sus efectos por la ayuda temperamental sacada del potencial de la curiosidad o espontaneidad instintual. Hay seres humanos que han nacido cansados, fatigados de vivir. Este rasgo no se les quita jamás, y puede surgir con gravedad recesiva en cualquier crisis estructural de personalidad. Pero si por otra parte se ha sistematizado también la línea de la compensación, coadyuva a la superación de la crisis, y la vitalidad temperamental se erige en vencedora de la avitalidad caracterial.

Diremos entonces: este hombre (o yo) ha nacido bastante inerte, inseguro, torpe, fatigado (si podemos, iremos escudriñando las causas más profundas de este estado de desequilibrios sistematizados de sus electrolitos o de su metabolismo) pero, a pesar de esto, su temperamento no carece de curiosidad vital y el impacto de las circunstancias sobre este carácter restrictivo recibe ayuda: las instintinas funcionan bastante bien, y la postura usual, la síntesis de los rasgos y de las aptitudes, no es ni catastrófica, ni es todavía patológica.

Los pormenores de la receptividad pertenecen al análisis de la estructura, y al de los procesos del conocimiento.

 
B-car 2.
Rasgos caracteriales de lo DADO
Línea de maduración: EXPANSIVA
Potencial innato de superación y compensación: DOMINANTE
 
Características generales de este grupo:
Egosinforia: autosuficiente
Egocentrismo: en defensa del progreso de maduración
Valoración C: conclusiva 
Autovaloración: veraz 
Lo social: prosocial, coexistencia
Alterorresponsabilidad: libre
Autorresponsabilidad: de autocreación lanzada
Rasgos SVR OV  DOV
B-car 2/1
sensitivo
receptivo
excitable
vigil
despierto
+S: Cc, Cs Superación básica Sin tendencias de desorientación vital
2/2
madurante
adecuado a la edad
progresivo
adelantado
libre [6]
+V : Cc, Cs » » » »
2/3
suficiente
movible
práxico
hábil
eficiente
rápido
+R : Cc, Cs » » » »
2/4
abierto
accesible
interesado
alentado
comunicativo
+SV:Cc, Cs » » » »
2/5
válido
reactivo
sólido
resistente
sin fatiga heredada
—SVR:Cc, Cs Superación básica Sin tendencias de desorientación vital
2/6
seguro
definido
estable
igualado
constante
+SVR:Cc, Cs » » » »
2/7
juicioso
conclusivo
lógico
coherente
exacto
congruente
intuitivo
+VR: Cc, Cs » » » »
2/8
corto
distintivo
sondable
lúcido
real
—R: Cc, Cs » » » »
2/9
corto
llano
superficial
escueto
simplista
estólido
—R: Cc, Cs Inferioridad  oscilatoria » »
 

GLOSA 21.—Sobre la caracterología del pensamiento.

Puede sorprender que tales rasgos, como «lógico», «intuitivo», entren en la caracterología, ya que esos atributos más bien pertenecerían a las páginas que tratan de la imaginación y de la inteligencia, o bien del orden de ideas. Tradicionalmente, la caracterología tiene aspecto «moralizante», y son los rasgos y las aptitudes del orden social y ético los que suelen tener por objeto tales investigaciones de la persona humana. Es un gran mérito de los morió-logos, constitucionalistas y personólogos biológicos el haber profundizado tales conceptos penetrando por debajo de lo social, yendo hacia escalones estructurales, endocrinos, electrolíticos, genéticos, bioquímicos. Aun manteniéndose deliberadamente, para los fines de la autognosia, en un escalón consciente y grueso, tenemos que subrayar nuestra convicción de que toda la expresión del organismo, en cualquier nivel, tiene sus raíces profundas en lo ontogenético, lo que quiere decir más por debajo de nuestros atributos del lenguaje común. Lo «sensitivo», «excitable», lo «irreceptivo» y lo «inerte» de nuestro diccionario desciende en realidad a la célula y allí busca y obtiene ciertas explicaciones en el carácter de los equilibrios de los iones, por ejemplo, o de los metabolismos. Nuestra «excitabilidad» depende de lo innato en la configuración del natrio y del potasio (etc.), que determinan la posición usual de la membrana celular en lo normal, o se desvían hacia una posición de excepción en lo patológico, lo que hemos subrayado ya al hablar de los equilibrios dinastásicos.

Con esta lógica tenemos que insistir que el modo de pensar, el modo de valorar también puede ser objeto de la caracterología. A raíz de las preguntas que pueden formularse «¿Soy yo (él) un hombre de lógica o de intuición?» se abren muchos detalles de la autognosia.
Valoramos de otra manera si somos hombres de pensar
concreto 
inductivo
verificador
experimental
empírico
especializado
analizante, etc.
O, al contrario, pertenecemos más bien al grupo del pensar
abstracto
deductivo
apriorista
especulativo
generalizador
esencialista
sintetizante, etc.

Aunque estas dos tendencias de valoración no son exclusivas en el hombre, sino que son cíclicas y dialécticas entre sí, es muy probable que en uno que es práctico prevalezcan las primeras, mientras que las segundas se manifiesten más bien en un ideólogo o un místico. ¡No podemos cambiar fácilmente nuestro modo usual de valorar! Al menos en sus raíces, no. Forman parte de nuestra unicidad caracterial y temperamental en cuanto a la medida concreta de su manifestación. Y se aliarán estos rasgos con otros. Por ejemplo, con los que tanta tinta hacen correr sobre lo

extroversivo
dialéctico
argüidor
reflexivo
racional
hetero-observador (y realista, práctico, conformista, etc.) adaptativo frente a las circunstancias, por una parte; y por otra parte:
introversivo
meditativo
místico
introspectivo
irracional
autoobservador (y soñador, quijotesco, autista, etc.), pero autosuficiente por basarse más bien en sus propias fuerzas en cuanto a la orientación vital.

Pero ¡no hay números enteros y simples en la biología, y aún menos en la personología! Todos son tan sólo «más o menos», son «hacia». Todos los números en este reino son verosimilitudes y creencias. Por esto es tan difícil determinar cualquier factor simple y homogéneo, no fraccionado, y fundar una lógica biósica que satisfaga nuestra ambición de exactismo.

 
B-car 3.
Rasgos caracteriales de lo OPTATIVO
Línea de maduración: RESTRICTIVA
Modo caracterial: hacia la superación directa por repliegue sobre lo dado y/o compensación por conformismo con el ambiente
 
Características generales de este grupo:
Egosinforia: equilibración de las necesidades por su reducción
Egocentrismo: en defensa del reducto
Valoración C: estratégica
Lo social: coexistencia adaptativa
Alterorresponsabilidad: táctica
Autorresponsabilidad: de autocreación conservadora
Rasgos SVR
OV 
DOV
B-car 3/1
corriente
ordinario
banal
pequeño
estrecho
hombre de lugares comunes
+SVR: Cs
Oscilación hacia la inferioridad aceptada
Compensación conformista
Sin tendencias de desorientación vital
3/2
imitador  
gregario
rebañesco
rutinario
emulador
hombre de la masa
+SVR: Cs
» »
» »
3/3
convencional
hombre de hábitos
de costumbres
de tradiciones
de proverbios
del orden establecido
+ SVR: Cs
» »
» »
3/4
supersticioso
totemista
tabuista
fetichista
cabalista
ocultista
+SVR: Cc
» »
» »
3/5
formalista
ritualista
etiquetero
protocolario
ceremonioso
+SVR: Cs
 » »
» »
3/6
moralista
hombre de normas
hombre de preceptos
sermoneador
sentencioso
solemne
+SVR: Cs
Compensación  conformista
Superación autocorrectiva
» »
3/7
práctico
utilitario
empírico
conformista
oportunista
+SVR: Cs
» »
» »
3/8
cauto
circunspecto 
revenido
previsor
prudente
+SVR: Cs
Compensación autocorrectiva
Superación  restrictiva
» »
3/9
conservador
económico
ahorrador
austero
+SVR: Cs
» »
» »
3/10
asertivo
enfático
perseverante
tenaz
difícil
+SVR: Cs
En defensa del reducto
» »
3/11
severo
riguroso
intransigente
dogmático
exclusivo
+ SVR: Cs
» »
Anancástico
3/12
hombre de principios
razonador de sentido común
defensor de lo convencional
del orden establecido
+SVR: Cs
» »
Sin tendencias DOV
3/13
ordenado
metódico
meticuloso
sistemático
organizado
+SVR: Cs
» »
» » 
3/14
purista
enderezador
puritano
doctrinario
partidista
sectario
+SVR: Cs 
» »
Anancástico
3/15
desconfiado
reservado
incrédulo
suspicaz
difidente
escarmentado
SVR: Cs
Hacia descompensación
Anancástico
Paranoide

     

GLOSA 22.—Sobre los caminos del ahorro interior.

Los rasgos de lo optativo en la línea restrictiva de la orientación vital frente a las circunstancias sociales señalan el modo cómo nos adaptamos a ellas no queriendo arriesgarnos demasiado, aceptando por una parte el estado de nuestra inferioridad, superándola mediante alteroadaptaciones, compensándola con un repliegue sobre nuestras propias fuerzas. El riesgo del impacto de las circunstancias disminuye si tenemos la facilidad de imitar a los demás (3/2), si somos hombres que se conforman con los marcos de las costumbres y de las tradiciones (3/3); si, por esos motivos de repliegue cómodo, observamos las conveniencias y los formalismos (3/5), las normas y los preceptos (3/6), si somos conservadores y guardosos (3/9), defensores del orden establecido (3/12), y no sus censuradores ni destructores. Ordenados en nuestros asuntos personales (3/13), nos hacemos lo que se llama prácticos (3/7), es decir no deseamos más de lo que podemos lograr según nuestras previsiones de sentido común.

La posibilidad de hacerlo está profundamente arraigada en el fondo de lo singular de nuestro carácter, en lo ontogénico. La base de nuestras reacciones frente a las innumerables exigencias de nuestro contorno está escrita en los genes. Si éstos acusan una resistencia más bien restrictiva, como en los casos que se alistan bajo este capítulo de lo optativo, nuestros deseos, nuestras ambiciones no emprenden mucho vuelo. Ante la vida estamos más bien a la defensiva, no queremos retarla con audacia y aventuras. Si una inferioridad se presenta a nuestra consciencia, queremos superarla con la autocorrección y alteroadaptación, no con ganas de cambiar los efectos del impacto social por fuera. Querernos compensarla más bien por las vías de ciertas renuncias en lo optativo, si la compensación nos garantiza más seguridad en lo que tenemos. Para conservarlo, nos haremos hombres de principios que sostienen el orden del contorno, viendo en él un apoyo para nuestra existencia cómoda después de haber aceptado las restricciones con autovaloración estratégica, salvaguardando los valores personales que dentro de este marco recesivo pueden afirmarnos contra riesgos mayores. Aunque la egosinforia sea un poco forzosa, dentro de su recinto la seguridad es mayor. Podemos incluso volvernos severos y dogmáticos (3/11) defendiendo estos límites, asertivos y perseverantes (3/10) en el refuerzo de nuestra fortaleza personal. Fortalezas de tal índole defienden inferioridades aceptadas o compensadas, pero preferimos su amparo a una excursión belicosa, dudosa y llena de aventuras, al campo libre de la lucha con las circunstancias. La restricción, que ya no sentimos como inferioridad, llega a ser nuestra fuerza.

Si la seguimos viendo amenazada, podemos reforzarla con purismo y doctrinarismo (3/14), con cautelas y prudencias (3/8), y hasta con la desconfianza (3/15).

Esta última ya no es una autoafirmación estable, sino más bien negativamente oscilatoria: acusa la inferioridad descompensada. Tal malogro hay que buscarlo siempre cuando los demás o nosotros mismos nos volvemos demasiado reservados, excesivamente moralistas, exclusivamente agarrados a ciertos principios que creemos inalterables. Un hombre de principios con rasgos de severidad, un predicador de moral rígida, un sectario endereza-dor es probablemente uno que no ha podido lograr la debida superación o compensación de cualquier inferioridad escondida.

Si no acude a una depuración por la autognosia, sus rasgos de autodefensa exacerbada pueden llevarle a la descompensación que, normal o patológica, es siempre un obstáculo para el equilibrio standard de la persona.

 

B-car 4.
Rasgos caracteriales de lo OPTATIVO
Línea de maduración: EXPANSIVA
Modo caracterial: hacia superación autocorrectiva y/o compensación alterocéntrica
 
Características generales de este grupo:
Egosinforia: equilibración de necesidades por auto-corrección
Egocentrismo: no agresivo
Valoración C: en previsión adaptativa con los demás
Autovaloración: controlada
Lo social: prosocial, convivencial
Alterorresponsabilidad: espontánea Autorresponsabilidad: hacia la autocreación integral

Rasgos

SVR OV DOV
B-car 4/1
moderado
mesurado
comedido
templado
sobrio 
+ SVR: Cs
Compensación alteroadaptativa
Superación autocorrectiva
Sin tendencias de desorientación vital
4/2
servicial
tratable
puntual
discreto
formal
+SVR: Cs » » » »
4/3
correcto
fiable
concienzudo
escrupuloso
recto
+SVR: Cs » » » »
4/4
justo
objetivo
imparcial
estimativo
equitativo
+SVR: Cs » » » »
4/5
desinteresado
cumplidor
reconocido
grato
abnegado
+SVR: Cs » » » »
 4/6
paciente
pacienzudo
soportador
tolerante
liberal
escuchador
+SVR: Cs » » » »
4/7
confiado
crédulo
cándido
inocuo
ingenuo
+SVR: Cs » » » »
4/8
sencillo
casto
limpio
inocente
pulcro
puro
+SVR: Cs » » » »
4/9
probo
honesto
leal
fiel
solidario
+SVR: Cs » » » »
4/10
entero
consecuente
incorruptible
espartano
estoico
señor de sí
+SVR: Cs » » » »

 

GLOSA 23.—Sobre los escuchadores.

En este punto (4) del carácter empiezan a brotar los rasgos del reconocimiento de la existencia del otro y del interés hacia una compensación o superación de la inferioridad propia en la unión con el otro. Comienza también, si tal es la línea predominante de la maduración de la persona, a sistematizarse cierto desinterés hacia el egoísmo exclusivo y hacia el egocentrismo agresivo, mientras que en la línea restrictiva, antes mencionada (3), son estos egoísmos y egocentrismos los que más se afirman. El rasgo que menos se encuentra en las caracterologías típicas es el que modestamente hemos sembrado entre tantos otros y que, no obstante, es primordial para la clase de hombres y mujeres que se forman sobre esta vía de maduración: el talento de ser escuchador.

Lo hemos puesto en la categoría de lo optativo, aunque se extiende también a lo conseguido en la autocreación de la persona. Una vez más tenemos que insistir en que cualquier rasgo tajante lo podemos marcar tanto en el fondo como en el camino, y también en el final de la maduración observada o de la persona subjetivamente sentida.

El ser buen escuchador es uno de los rasgos más íntimamente convivenciales. No hay, sin él, ni verdad propia ni verdad ajena encontrada. El que tiene este talento —y todos los rasgos son talentos o antitalentos biósicos para el sobrevivir o para vivir uno a su propio estilo— es el verdadero «tipo» responsable que en la sociedad humana destaca, inspirando confianza y consolación. Es verdad que para conseguir pleno dominio en la propia personalidad de uno se necesita, además de la buena suerte de lo innato, mucho trabajo sobre el terreno de la autocreación. Nacemos para querer vivir nosotros mismos, y plenamente, y a pesar de los demás, y contra los demás. Resulta siempre difícil para el organismo humano reconocer espontáneamente la existencia y las exigencias de los demás, y reconocerlo con interés y gusto, como algo que nos agrada a nosotros, aunque no se trate de nuestra afirmación, de nuestro interés de expresión directa. Hay una época en nuestra vida en que todo está sometido a lo «yo quiero», «yo pienso», «a mí me gusta», «a mí me disgusta», y en la que intentamos lograr la máxima afirmación por este camino. Aunque coestamos y coexistimos con el otro y con los demás, éstos son tan sólo ciertos obstáculos para nuestro «yo quiero». No son «él quiere», ni «ellos quieren», y aún menos son atentamente observados por nosotros en lo que de verdad «ellos quieren». Aquí está el cruce caracterológico entre la actitud estratégica y la de la alterorresponsabilidad. En el momento en que podemos acallar nuestro «yo quiero» que intenta expresarse en presencia de los demás, y sustituirlo por lo «a ver qué es lo que quiere (o es) él», pasamos por el umbral del egocentrismo zoico y entramos en la esfera de lo antrópicamente responsable.

Esto no se logra si no nos volvemos escuchadores. Es propio de los años jóvenes el no serlo. Pero hay muchos que nunca, en toda la vida, lo serán. Que si tienen que escuchar a alguien, será tan sólo para oírse a sí mismos por medio de este estímulo ajeno. A la escucha se pondrán tan sólo para afirmar estratégicamente, tácticamente, sus propios intereses. Son fáciles de descubrir estos egoístas egocéntricos, una mirada a los ojos es suficiente, una frase nuestra cortada por la suya, basta. Y mientras el egotismo de la juventud tiene todas las explicaciones y exculpaciones, el egocentrismo de los maduros, tan implacablemente común en la sociedad de los estratégicos, es temible y difícilmente soportable, es fatal en la convivencia íntima.

No os caséis con los malos escuchadores, diría yo si tuviese la garantía de ser comprendido con tal terminología, que parece abstracta, pero que es lo más concreto que pueda imaginarse respecto al buen conocimiento del otro. Los que nos comprenden antes de expresarnos nosotros, que no esperan que nos expresemos, adelantando su comprensión supuesta, no miran a lo que sucede en nosotros, sino solamente a lo que a ellos les conviene saber por su propia orientación egotista y, muy probablemente, egoísta. No hagamos ningún trato con los que, sin querer escucharnos, exhiben lo que ellos presentan como nuestro deber de escucharlos a ellos. Si no nos contentamos con una pura coestancia o coexistencia mecánica frente a tales caracteres; si aspiramos a más, a la convivencia y a la unión, por mal camino nos lanzamos:

nos devorará muy pronto la paciencia aquella sobrevaloración ajena que brota de cualquier manera del mal escuchador, su soberbia, su «sabe-lo-todo», su desatención de mil matices crueles.

El verdadero escuchador de talento se forma lentamente. Los precoces en esta dirección son raros. Aun en el hombre bien formado y autocreador, el propio temperamento puede ser obstáculo serio para la buena escucha del otro. Y la sobrevaloración de lo propio es tan común en nosotros que fácilmente nos parece que nuestra verdad sobrepasa la del otro, que es más valiosa y que tenemos que expresarla no teniendo en cuenta lo que se nos comunica.

No es fácil retraerse en su propia verdad y ganas de comunicación, pero es imprescindible tener este tiempo si de verdad queremos conocer al otro, o si queremos ayudarle, cosa aún más rara entre los seres humanos.

El escuchador estratégico tampoco puede lograr la verdad sobre sí mismo: también consigo mismo será estratégico. Madurará en la precipitación hacia lo más agradable, por encima de la verdad.

 
B-car 5.
Rasgos caracteriales de lo CONSEGUIDO
Línea de maduración: RESTRICTIVA
Modo caracterial: superación directa por esfuerzo de lo estratégico y lo zoico compensación por sobrecompensación agresiva
 
Características generales de este grupo:
Egosinforia: equilibración de necesidades por altero corrección
Egocentrismo: agresivo
Valoración C: en previsión de inadaptación con los demás
Autovaloración: sobrevaloración propia
Lo social: asocial, antisocial
Autorresponsabilidad: de autocreación crónicamente
Alterorresponsabilidad: negativa descompensada
Rasgos
SVR
OV 
DOV
B-car 5/1
crudo [7]
primitivo
selvático
bárbaro
salvaje
—SVR: Cs
Compensación estratégica
Desorientación vital
5/2
abrupto
duro
áspero
brusco
vulgar
grosero
SVR: Cs
Sobrecompensación agresiva
Disoréctico asocial
5/3
injusto 
juez 
parcial
arbitrario
inicuo
hombre de prejuicios
leonino
—SVR: Cs
» »
» »
5/4
imperativo [8]
categórico
autoritario
mandón
dictatorial
déspota
—SVR: Cs
» »
» »
5/5
astuto
táctico
socarrón
artificioso
intrigante
zorro
—SVR: Cs
» »
» »
5/6
hipócrita
falso
sofista
fariseo
fingido
santurrón
—SVR: Cs
» »
» »
5/7
mentiroso
insincero
trompero
engañoso
cuentista
—SVR: Cs
» »
» »
5/8
lisonjeador
adulador
superlativista
servil
lacayesco
—SVR: Cs
» »
» »
5/9
codicioso
especulador
calculador
interesado
acaparador
buitre
—SVR: Cs
» »
» »
5/10
fraudulento
timador
hurtador
ladrón
—SVR: Cs
» »
» »
5/11
desleal
infiel
ingrato
calumniador
desertor
traidor
—SVR: Cs
» »
» »
5/12
vil
ruin
infame
depravador
perverso
—SVR: Cs
» »
» »
5/13
rencoroso
celoso
envidioso
odiador
asesino
—SVR: Cs
» »
» »
5/14
malo
—SVR: Cs
» »
» »
 

GLOSA 24.—Sobre cómo llegamos a la maldad.

Frente a la vida y al mundo siempre estamos en inferioridad. Vivir es casi constantemente superar y compensar inferioridades. El impacto del contorno sobre la persona lo exige constantemente. Pero, como hemos subrayado en la POV, no nacemos ni malos ni buenos. Nos hacemos malos o buenos. Progresivamente, a medida que nuestro organismo y nuestra persona chocan con las circunstancias, en menor parte con las cósmicas y en mayor parte con las sociales; a medida que se están sistematizando los rasgos que de estos choques proceden a través de la experiencia y su orexis, y toman aspecto de algo habitual, estamos produciendo balances que a nuestros propios ojos y a los de los demás nos calificarán de buenos o malos. La bondad o la maldad innata e incorregible no existen por el simple hecho de que podamos conocer estos rasgos tan sólo a través de los actos que cometemos. Y cuando ya podemos calificarlos de buenos o malos, una enorme suma de experiencias ha pasado por nuestro interior, con un inmenso número de valoraciones frente a los estímulos Cs. En cuanto a las disposiciones llamadas innatas hacia la bondad o la maldad, éstas existen y son profundas.

Pero tenemos que fijarlas como disposiciones hacia una cierta línea de compensatividad y superatividad de la inferioridad, y nada más. Malo en el sentido de agresivo contra los intereses de lo demás: el mal en su significación de lo asocial, antisocial, no existe como entidad dada en el organismo que nace, sino que se formará por las vivencias desde el primer gesto de la madre hacia el neonato. Anormalidades congénitas pueden incrementar lo asocial progresivo o lo pasivamente inocuo en nosotros. Pero tenemos que pensar en la responsabilidad del mal producido que tiene la sociedad en esta siniestra producción. La opresión innecesaria de la vida instintual del niño por parte de los padres y de su contorno social es factor tan tajante de su maduración como las disposiciones de los demás factores que componen el comportamiento.

En este punto de lo malo y de lo bueno queremos insistir en la necesidad de ponernos con estos dos atributos sintéticos, cuanto más frecuentemente, ante el espejo interior, cosa que la mayoría de la gente no hace muy a menudo, aunque tenga innumerables ocasiones para ello. En la última parte de este libro nos enfrentaremos con las cuestiones poco habituales de «¿Soy yo un asesino, traidor, ladrón, etc.?» Aquí, tratándose de lo logrado ya en la caracterización de nuestra propia persona, es para cada uno cosa curiosísima encontrar la verdad propia sobre el dilema de si es bueno o malo. Esto en ambos casos del dilema, es decir, lo mismo si queremos seguir por la línea del bien o por la del mal, afirmado y reafirmado en nosotros. ¿Hemos superado el mal que hemos encontrado en nuestro interior, considerándolo como dañino para nosotros? ¿Hemos compensado el bien al que encontramos como nuestra debilidad frente al mundo de la maldad? Estas preguntas fundamentales, que tan lejos están de las normas, reglas y preceptos, y que sondean la verdad interior concreta por encima o por debajo de ellos en una confrontación de la persona activa con la autoobservada, sin actitud estratégica de zorros que tantas veces somos incluso con nosotros mismos, pueden revelamos mucho sobre la cuestión de saber «¿quiénes somos?» o «¿quiénes hemos llegado a ser?». La vida nos es dada para vivirla más o menos. No hay ninguna exactitud en esto, sólo probabilidad, sin cálculo de probabilidad. En este punto concreto, aunque podemos escribir el «más» y el «menos», y también el «más o menos» con signos matemáticos, todas las matemáticas fallan. Y aun cuando pudieran llegar a ser exactas, esta exactitud nos sería completamente inútil. ¿Qué utilidad tendría el número que nos indicara hasta qué punto podríamos llegar a ser individualmente buenos o malos, si no nos esforzáramos en lograr este nivel en una u otra dirección? O, incluso, si alguna máquina cibernética pudiera calcularnos la capacidad individual de amar, ¿qué valor tendría este número, muerto para nosotros si no encontráramos la persona a la que poder aplicar esta suma de nuestro amor?

Dejémonos de matemáticas, intrusas y advenedizas en la biología... En el «más o menos» subjetivo reside la fuente de la máxima libertad humana —el gran regalo de la Naturaleza liberal al lado de aquella que se manifiesta despóticamente—, que es la de hacer nosotros mismos algo que sea bueno o malo más o menos. Siendo normales, no es nada imposible el hacemos «más buenos» o «menos buenos», «más malos» o «menos malos». La Naturaleza no está, al parecer, nada interesada en robarnos esta libertad. Si no intentamos salimos de lo genérico —es decir, volvernos locos— podemos hacer tremendas cosas con nosotros mismos. Incluso vencer las tendencias de hacer daño a los demás, que es ser bueno, o hacerlo deliberadamente, que es ser malo.

Vivimos siempre más o menos a costa de los demás, como ellos también viven a nuestro cargo. Pero el balance individuo-sociedad depende en concreto de cómo empleamos la libertad que nos ha sido regalada con creces, la de hacer menos o más mal innecesario. Que esto está exactamente previsto en los astros, en el organismo, en la contabilidad del destino, es una solemne mentira del determinismo racionalista. Que el potencial de lo malo y de lo bueno —y de todos los demás atributos— es algo inmutablemente innato en nosotros como potencial y realización, y que no podemos escapar a nuestro carácter y temperamento, a nuestra suerte, es tan sólo una barata excusa para nuestra pereza e inercia. Si así fuera, seríamos máquinas mecánicas. Y no tendríamos sitio en nuestro organismo para lo que con toda justificación se llama autocreación, un proceso sumamente palpable en cualquiera de nosotros.

Los que están desesperados en cuanto a por qué no se ha hecho la moralización de la humanidad en tantos miles de años; a por qué han fracasado las religiones y los sistemas educativos en esta tarea, se olvidan de una cosa esencial: nadie se puede hacer mejor o peor sin autocreación propia, responsable hacia uno mismo en esta o en aquella dirección. Hasta ahora poca ciencia se ha empleado, excepto algunos sistemas como el budismo, que de verdad se ocupan del hombre concreto, en mostrarle al ser humano los métodos con que puede valerse de su libertad de hacerse más o menos bueno o malo, él mismo y por sus propios esfuerzos y realizaciones. Los preceptos y las leyes son directrices abstractas. Y no se conoce, ni siquiera como precepto abstracto, formal e imperativo, en ningún sistema religioso, moral o científico, aquel que nos imponga el deber de «conocernos a nosotros mismos». Este precepto escasea. Debes amar a Dios y a tu prójimo, no debes matar, robar, traicionar, etc., tales preceptos forman la base de todos los códigos. Ninguno impone la obligación del autoconocimiento que, religiosamente hablando, sería formulable en el precepto «que conozcas a fondo lo que Dios ha puesto en ti», cambiando en el mismo mandamiento, para los que en El no creen, la palabra «dios» por «Naturaleza». Porque ¿cómo podemos hacernos mejores si no exploramos cuan buenos o malos somos ya? ¿Cómo intentar una reforma interior si no somos conscientes de lo potencialmente dado, de la verdad concreta sobre nosotros mismos?

Sin emprender la autognosia como camino de la civilización hacia la Época de la Persona, frente a la Época de la Cosa, y aceptar tal primaria reforma del método, no saldremos del primitivismo ético, no lograremos la sociedad funcional, ni la persona humana llegará a ser el valor de primer plano en nuestras valoraciones interhumanas. Ni seremos colaboradores de Dios o de la Naturaleza en la medida en que estas fuerzas superiores nos han concedido este privilegio dotándonos de la imaginación, que es el método de hacemos autocreadores por mandato de ellas. En la medida en que podríamos serlo, conscientes de lo que somos y de lo que podríamos llegar a ser, antes de morir.

Todos, y no sólo excepcionalmente. Muchísimos más de los que lo han sido hasta ahora en la historia.

La concienciación de lo dado, la proyección hacia lo asequible, lo conseguido por la autocreación: lo único que puede dar el método del sentido en la vida terrenal. Es un camino en el que se puede entrar en contacto con Dios o con el misterio de la Naturaleza, es la Revelación sin supersticiones ni leyendas. Revelación progresiva en que se unen la ciencia y la religión, mutuamente limpiadas de sus pretendidas antinomias. Lo místico sentido y lo valorativo depurado de soberbia. El balance entre lo social e individual descubierto por la verdad concreta sobre uno mismo.

El camino de la autognosia es el correctivo del sinsentido terrenal que puede invadimos desde el hecho de la muerte. Y es la probabilidad de no dejarlo todo tan sólo a la justicia ultra-tumbal, desesperando de la terrenal.

El verdadero momento de hacerse uno más bueno o más malo empieza desde aquel punto en nuestro propio interior en el que hemos llegado al cruce propio del dilema, que es el del querer ser yo bueno o malo por mi propia cuenta, y no por cuenta de la ley y de sus sanciones. Para esto es necesario, primero, establecer la verdad propia, hacerse uno el autoexamen, que ningún hetero-test puede sustituir.

 
B-car 6.
Rasgos caracteriales de LO CONSEGUIDO
Línea de maduración: EXPANSIVA
Modo caracterial: superación directa por refuerzo de lo responsable y antrópico compensación convivencial
 
Características generales de este grupo:
Egosinforia: equilibración de necesidades por entrega a los demás
Egocentrismo: fuertemente reducido
Valoración C: altamente estimativa
Autovaloración: autocrítica
Lo social: convivencial
Alterorresponsabilidad: constante 
Autorresponsabilidad: de autocreación integral
Rasgos
SVR
OV
DOV
B-car 6/1
ancho
acomodadizo
flexible
hombre de arreglos
hombre de convenios
+ SVR: Cs
Superación autocorrectiva Compensación altruista
Sin tendencias  de desorientación vital
6/2
deferente
cortés
condescendiente
respetuoso
complaciente
acogedor
+ SVR: Cs
» »
» »
6/3
pacífico
compromisario
contemporizador
compaginador
apaciguador
transigente
+ SVR: Cs
» »
» »
6/4
protector
bienhechor
filántropo
altruista
humanitario
humanista
+ SVR: Cs
» »
» »
6/5
familiar
paternal
maternal
fraternal
patriarcal
matriarcal
+ SVR: Cs
» »
» »
6/6
bondadoso
favorecedor
buena persona
bonachón
cordero
débil
+ SVR: Cs
» »
» »
6/7
bueno
ético
moral
íntegro
+ SVR: Cs
» »
» »

NOTAS:

[1] Tratándose en este libro de la personalidad normal, en él la caracterología también sigue las pautas de ésta. Si, a pesar de esto, hemos añadido algunos atributos patológicos al margen de nuestros esquemas, no ha sido para entrar en la sintomatología de las enfermedades orécticas, sino tan sólo para indicar, con una nomenclatura grosso modo, los puntos del carácter y del temperamento en los que, entre lo normal y lo anormal, pueden surgir síntomas de la desorientación vital.

 
[2]
SVR = 
OV = 
DOV = 
Cc = 
Cs = 
—S = 
—V = 
—R = 
—SVR = 
> I = 
< I = 
+ I = 
—I = 
I = 
estimulación — valoración — reacción;
orientación vital normal;
desorientación vital normal o patológica;
circunstancias (contorno) cósmicas; 
circunstancias sociales;
recepción de estímulos inadecuada; + adecuada, mas o menos;
valoración de estímulos inadecuada; + adecuada, más o menos;
reacción hacia los estímulos inadecuada; + adecuada, más o menos;
orexis inadecuada; + = orexis adecuada. 
hipohormia; 
hiperhormia; 
euhormia;
anhormia; 
dishormia;

[3] Aquí como término general para indicar la tendencia hacia la disminución de la actividad refleja.

[4] Aquí como término general para indicar la tendencia hacia la automatización de actos conscientes.

[5] Aquí como término general para indicar la tendencia hacia el acabado inadecuado de actos conscientes.

[6] Libre == en el sentido de exento de degeneraciones y retrasos al nivel estructural.

[7] El que ha quedado, a pesar de la maduración, crudo, primitivo.

[8] El que tiene carácter imperativo, ya puede mandar o no.

© Biopsychology.org, 1998-2006

 
Última actualización:
21/03/06