Aún está muy generalizada la idea de que los seres humanos somos algo
más que animales, que somos superiores. Esta idea parece aumentar
conforme más nos alejamos de la naturaleza. La vida en las grandes ciudades nos
ha privado de la relación con las demás criaturas de la Naturaleza. Esto hace
que nuestro conocimiento de la vida natural sea muy esteriotipado y lleno de
prejuicios.
El problema científico es que no se ha podido
identificar este algo más que suponemos ser. Cuanto más sabemos de los
humanos menos verosímil es la existencia de algo más.
El desarrollo de la ciencia nos hermana cada vez más con la naturaleza. Quizás
nunca logremos comprendernos mientras no seamos capaces de sentirnos hermanos de
las hormigas, las flores y los ratones.
Probablemente, si no llegamos a ser capaces de respetar a los demás seres
vivos como a nosotros mismos, nuestro desarrollo desbocado nos conducirá a una
inevitable extinción. Pero no debemos olvidar que sólo respetamos aquello que
creemos igual a nosotros mismos, con lo que, aunque no tuviéramos pruebas
científicas de ello, es urgente que comprendamos que todos los seres vivos
formamos parte de una misma comunidad, que todos somos iguales y hermanos ante
la madre Naturaleza.
Presentamos aquí
una pequeña curiosidad al respecto.