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Que duda cabe que los seres humanos somos muy diferentes de los demás seres vivos. Andamos sobre dos patas, nuestras manos son muy versátiles y precisas, tenemos muy poco pelo, y, sobre todo, somos capaces de construir herramientas de todo tipo gracias a un cerebro muy desarrollado. La cuestión es determinar si estas diferencias crean una frontera infranqueable entre nosotros y los demás seres vivos o bien son la expresión de la maravillosa biodiversidad que caracteriza la evolución de los seres vivos. Nuestra historia está llena de episodios en los que las diferencias las hemos utilizado para crear fronteras entre nosotros: el racismo, el nacionalismo, la esclavitud, la marginación social, el integrismo religioso, etc., se fundamentan en el "tu no eres como yo". Pero el avance social de nuestra especie se basa en ir adquiriendo conciencia de unidad a pesar de las diferencias. Un ejemplo muy importante lo tenemos en el desarrollo de la religión cristiana. Nuestra sociedades modernas surgen como consecuencia de un avance fundamental en la cultura humana hace 2000 años: todos somos iguales (hermanos) ante Dios. Jesucristo fue capaz de plantear la unidad de todos los seres humanos independientemente de sus diferencias. Pobres y ricos, esclavos y ciudadanos, comerciantes y soldados, hombres y mujeres, sanos y enfermos, negros y blancos, etc., todos, absolutamente todos, somos iguales ante Dios. El triunfo de esta idea sentó las bases para el desarrollo de nuestros estados modernos: todos somos iguales ante la ley. Ahora, para el desarrollo de las ciencias humanas y, porque no, para el futuro desarrollo de nuestras sociedades, se nos plantea un nuevo dilema: ¿Somos iguales los humanos a todos los demás seres vivos ante las leyes de la naturaleza a pesar de todas nuestras diferencias? Hasta hoy hemos vivido pensando que no pero ... Entrar |
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