"La desamortización de Mendizábal en la provincia de Zaragoza (1836-1851)". P. Marteles, 1990. (pmlemr@gmail.com)
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5.1.- ANÁLISIS POR AÑOS DE ANUNCIO Y DE REMATENota previa:Ofrecemos a continuación una serie de cuadros en los que la generación de filas se consigue con más de una variable. Se trata sencillamente de ampliar el detalle de la información contenida en la panorámica general que hemos ofrecido en las páginas previas de este mismo capítulo. Su valor descriptivo a nivel concreto es muy superior al de los cuadros que hemos visto hasta el momento, pero ello se logra a costa de aumentar el detalle hasta unas precisiones que con frecuencia resultan excesivas. Dentro del planteamiento general de nuestro trabajo, muchos cuadros tienen para nosotros más interés desde el punto de vista metodológico, como muestra de lo que se podría y tendría verdadero sentido hacer con un universo de datos más amplio (la región entera o si se quiere el país) que como tabulación de los datos de la provincia que estamos estudiando. De hecho no pretendemos ser exhaustivos en nuestros comentarios y por consiguiente no entraremos en un nivel excesivo de detalle, sobre todo una vez que hayamos presentado los cuadros que se ocupan de la perspectiva temporal de las ventas. ********************************** En este apartado presentamos un conjunto de tablas de resultados obtenidas a base de cruzar la variable año de anuncio o de venta de una finca con otros rasgos de la finca. Se trata sencillamente de ampliar la visión del ritmo de puesta en venta a lo largo de la desamortización mostrando un poco más de detalle sobre qué es lo que se fue vendiendo cada año, quiénes compraron y dónde y como lo hicieron. Como se cruzan dos variables, lo normal es que muchos de los cuadros además de los porcentajes con respecto al total de fincas ofrezcan los referidos al total de cada una de las variables en juego: el % de cada fila con respecto al total del año y el % con respecto al total de tipo de clero, orden religiosa, tipo de fincas, partido judicial, etc. que se esté tratando. El CUADRO Nº 44 nos permite apreciar la incidencia y peso específico de las ventas del clero regular y secular a partir de 1842. El primer dato a tener en cuenta y que más adelante se comentará de nuevo en el capítulo en el que nos ocupemos de la dificultad de realización de los inventarios del clero secular, es la lentitud inicial de las ventas de esta procedencia, y ello a pesar de que se contaba con varios años de experiencia en las venta de bienes del clero regular. A pesar de que la instrucción que regulaba la puesta en venta de los bienes del clero regular es de marzo de 1836, ese mismo año se vendieron 404 fincas. La normativa para las ventas de los bienes del clero secular es de septiembre de 1841 y, sin embargo, durante ese año no se anunció ninguna y a lo largo de 1842 sólo se consiguió vender 147 fincas. En 1842 todavía se vendieron más fincas del clero regular que del secular, pero la situación cambió a partir de 1843. Ese año se vendió ya el 23.1% de los bienes del clero secular y en 1844 el 68.7%. Como vemos, en 1844, no es que se siguiera vendiendo y los gobiernos conservadores admitieran los hechos consumados sino que se aceleró y potenció el ritmo de ventas de bienes del clero secular de una manera brutal. Observando la columna de mejora en la cotización se percibe de inmediato, casi sin mirar la cabecera de fila de la izquierda si se trata de bienes de un clero u otro. Además, si nos fijamos, las 147 fincas vendidas en 1842 constituyen tan sólo el 7.9% de las fincas del clero secular pero en valor de remate significan el 33.3% del total, es decir, se trataba de fincas importantes. Y como la baja cotización del secular es evidente desde el primer momento, parece claro que no cabe atribuirlo a la razón esgrimida habitualmente de que eran las peores fincas y que, tal como venimos sosteniendo, lo decisivo a este respecto no es la calidad de la finca sino la forma de pago. De todas formas, la realidad que muestra el cuadro 44 se puede matizar todavía más si se observa el CUADRO Nº 45 que distingue las fincas por el número de veces que se subastaron. Hasta llegar a 1842 el número de las que se subastaron más de una vez ofrece porcentajes anuales insignificantes. El hecho de que sólo se vendieran 147 fincas en 1842 se aclara al ver las fincas vendidas definitivamente con más de una subasta en años posteriores. Ello quiere decir que en 1842 y 1843 se intentó vender mucho más de lo que se consiguió (por quiebras o falta de licitador) y que transcurrido un tiempo, esas fincas por fin se venden tras sucesivas subastas. Y si después se venden cabe preguntarse la razón. A nuestro entender la explicación radica en que para los bienes anunciados en 1843 (una buena parte se "aprobó" el año siguiente) y en 1844 hubo, en bastantes casos, una voluntad de dar facilidades mucho mayor que en años anteriores (por ejemplo, y como puede verse en el cuadro, admitir ventas con remate inferior al valor inicial de anuncio). El hecho dice muy poco a favor de la política de los moderados y en todo caso obliga a matizar qué gobiernos son los que "malvendieron" bienes. Y de paso ello nos lleva a otra consideración. Es posible que el cuadro esperpéntico que nos presenta Antonio Flores en "Ayer, hoy y mañana" pudiera tener alguna base en la realidad, pero sin lugar a dudas esa "realidad" no corresponde a la de los primeros años de las ventas sino a lo que pudiera ocurrir de 1842 en adelante, fechas en las que las quiebras, falta de licitadores, etc. fueron un hecho corriente en muchas subastas. Dado que las denuncias sobre grupos de presión que menciona Simón Segura son también de esa época, sería más exacto atribuir las posibles (pero poco probables) irregularidades a la desamortización de Espartero y no a la de Mendizábal. En el año 1845 se comprende lo vendido de 1845 a 1851, con solo 6 fincas del clero secular. Se trata pues de restos de bienes del clero regular, la mayor parte sacados por primera vez a subasta (80%) y que como puede verse en los índices de mejora no por ser los últimos o por haberse sacado a subasta más de una vez (normalmente procedentes de quiebras anteriores) bajaron en su cotización. El CUADRO Nº 45 prueba que el hecho de segundas y terceras subastas de las fincas es un fenómeno nada habitual en los primeros años de la desamortización y que no adquiere cierta importancia hasta que se inician las ventas del clero secular. Si como algunos investigadores sostienen fue un mecanismo del que se valían los grupos de presión para lograr rebajas en los precios parece que no cabe atribuirle mas que una importancia muy tardía y relativa dentro de cada año. El hecho se reduce en la práctica a 1843 y 1844, y sobre todo en este último año, con evidentes cotizaciones por debajo del valor inicial, pero que afectan a un total de bienes que no son otra cosa que un porcentaje ridículo del total de lo rematado ese año (el 1.7%). En el cuadro llama poderosamente la atención el alto valor medio de remate de las dos fincas vendidas al tercer intento en 1840. Como no es nuestra intención hacer en estas páginas de análisis de resultados microhistoria referida a entidades individuales (ya sea de fincas o de compradores concretos) se nos va a permitir en este caso que hagamos una excepción y comentemos con detalle las peculiaridades de estas dos fincas pues son quizás de las más representativas de lo que aconteció con las fincas importantes en las que pudo haber algún problema. Una de las fincas, con fecha de anuncio de 13-5-38 apareció anunciada en el Suplemento del Boletín Oficial de dos días más tarde. Procedente del convento de S. Agustín de Zaragoza consistía en: "Una huerta cercada de tapias de 2 cahices y 1 almud de tierra con frutales regante del canal en las adulas confrontante con molino de herederos de Goicoechea y camino de las Tenerías, su valor capital en venta de 33.333 rs. y en renta 1.000" Como vemos, no cabe una mayor exactitud en la capitalización y se anunció sin descuento del 10% por gastos. La finca fue rematada el 12 de junio (a los 30 días de su anuncio) a primeras horas del día (no era de las primeras de la lista) ya que en esta ocasión la subasta comenzó a una hora intempestiva. Se anunció para las seis de la mañana a pesar de que lo normal era que se convocara a los licitadores en las casas consistoriales de la capital a las 10. El 28 de agosto es la fecha de la aprobación del remate a favor de Gerónimo Martín por un total de 180.000rs (índice de mejora de 540%) el cual posteriormente se declara en quiebra. La finca vuelve a anunciarse meses después, el 22-6-1839, con la única diferencia que lo hace como huerta con tapias en lugar de huerta cerrada, pero con la misma extensión que traducida a sistema métrico y por localización da 0.9594 Ha. La aprobación del remate llega el 4-12-1839 a favor de Leonardo Latorre por 178.000rs, es decir, sin que hubiera prácticamente depreciación alguna y este interesado vuelve a quebrar. Finalmente, el 24-5-40 vuelve a anunciarse, esta vez como campo y un valor inicial de 33.000 (se han deducido 333rs.) siendo rematada en 62.000rs (mejora de sólo 188%) por Florencio Iñigo y traspasada por éste a Zacarías Iñigo, el cual años después realizaría la escritura de propiedad con el notario Gorgonio Arnés el 28 de febrero de 1850. A nivel de caso concreto carecemos de explicación para esa evidente pérdida de valor del remate, pero teniendo presente que la propia Administración reconoció el cambio de calificación (pasa de ser huerta a campo), hay algo que nos hace sospechar que las dos primeras quiebras no son el resultado de una acción preconcebida sino la constatación de que la finca en cuestión no respondía en calidad a las expectativas iniciales que se habían hecho los primeros compradores. La segunda finca es mucho más importante y corresponde al único caso entre las 6.580 fincas que analizamos en que hemos procedido a agrupar como una sola finca varios lotes que se describen y tasan por separado aunque con ciertos matices que la hacen peculiar. Su pequeña historia comienza el 16-1-1838, fecha en la que se anuncian a subasta 13 lotes situados en el municipio de Bulbuente y procedentes todos ellos del Monasterio de Veruela. La subasta fue anulada por motivos que desconocemos (quizá por causa de quejas en el modo en que se había hecho la distribución de lotes, ya que una nota de los Registros de Ventas solo aludía a que habían sido "protestadas"). De esa forma, el suplemento del Boletín de 5-1-39 publica el anuncio de nueva subasta "en virtud de Real Orden de 7 de octubre último" (es decir ha intervenido expresamente la administración central) "sirviendo de tipo para la venta de todas las fincas que se han de rematar en globo, la cantidad de 500.000 rs. vn. que tiene ofrecidos D.Francisco Los-Ancos, en cumplimiento de lo mandado en dicha Real orden" Y dada la importancia de la finca, el Boletín termina el anuncio con las siguientes palabras del Comisionado D.José de la Cruz: "Lo que se anuncia al público con el objeto de que los que quieran interesarse en la adquisición de las referidas fincas puedan acudir a hacer sus proposiciones al sitio señalado en el día y hora que se citan; para cuyo fin encargo a los Ayuntamientos que fijen este anuncio en el paraje más público de su respectivo pueblo en beneficio del mejor servicio nacional" A petición, al parecer, de un interesado concreto se dictamina la venta en conjunto de los 13 lotes previos. En este caso la descripción de la finca la desglosa el anuncio en sólo 5 partes: el olivar de Toledo (1.053 olivos y derechos de agua de 17 horas y 3/4 de riego en cada ador), el olivar de la Estacada (453 olivos con derechos de 6 horas y 1/4 de riego, siendo una hora por la mañana), una paridera de escaso valor, un molino harinero y otro contiguo de aceite. El valor total en tasación era de 186.244rs, pero como tipo inicial para la subasta se anuncia el medio millón ofertado por Los-Ancos. El remate a favor de Esteban de Gola, "vecino de la villa y corte Madrid" y por un total de 660.00rs llegó en mayo de 1839, dejando pues a Los-Ancos sin opción a ella. Sin embargo, Degola se declaró posteriormente en quiebra y el 15-3-1840 vuelve a anunciarse la finca, repitiéndose la nota inicial de que había de venderse "en globo", con idéntico valor de tasación y con la misma salvedad de que Los-ancos tenía ofrecido medio millón de reales por ellos. A pesar del anuncio en bloque lo cierto es que el remate de la paridera y los molinos fue directamente para Los-ancos y los dos olivares para Santiago Carbonell que los cede a Los-ancos antes de pagar la primera quinta parte (¿era agente suyo?...). El remate, que en conjunto asciende a 625.000rs por las cinco ventas, se aprueba el 15 de mayo (sólo dos meses después del anuncio y 20 días después de la subasta) y la escritura se realiza ante Gorgonio Arnés el 14-4-1848. Se trata, pues, de una de las fincas más importantes de la provincia. En un principio, las oficinas la fragmentan para su venta hasta un extremo que obliga, tras la intervención del gobierno, a hacer marcha atrás y reagrupar los lotes en una gran explotación. Tras una quiebra, resulta que el comprador definitivo es el que debió realizar la protesta por la fragmentación y que había hecho una oferta inicial. Sin embargo el proceso no fue sencillo y obligó al comprador a abonar 125.000rs más de los que en principio tenía intención de abonar. Veamos ahora quién era el comprador. Francisco Los-ancos no aparece como elector en las elecciones de 1836. En las elecciones de 1837 con sólo 539 votos en la primera vuelta no llega a la mayoría requerida para ser senador, pero en la segunda vuelta logra 804 votos y como supera la mayoría relativa logra el acta por la provincia de Zaragoza. Más tarde le vemos incorporado a alguna de las muchas Juntas que se constituyeron esos años, pero tampoco aparece como elector en 1843. En la escritura notarial y las facturas de pagos se le declara vecino del pueblo de Ainzón. Años después, sin embargo, en una relación de 20 de febrero de 1861, publicada en el Boletín Provincial, aparece como vecino de Valencia y redimiendo censos de menor cuantía por fincas en La Almunia, Ricla, Calatayud, Maluenda y Velilla. Queda pues suficientemente aclarado que es un comprador de importancia y con un respetable peso político. Es decir, con las "credenciales" necesarias para poder atribuirle cierta capacidad para realizar maniobras y "chanchullos". Los-ancos se queda efectivamente con una finca de 10.93 Ha de olivar en regadío, pero ello se produce a costa de mejorar en un 336% el precio inicial en que había sido tasada y de ofrecer un 25% más de lo que había sido su oferta inicial. Y esta oferta debía ser bastante ajustada a la realidad de su valor ya que no era un asunto reservado y mantenido en secreto sino que se aireó públicamente y constaba en todos los anuncios impresos de la finca tanto de enero de 1839 como de marzo de 1840. Si a pesar de todas las circunstancias que concurren en esta venta tanto con respecto a la calidad de la finca como a la calidad del comprador interesado en ella, resulta imposible hallar el menor rasgo de nepotismo o irregularidad en la gestión de las oficinas (que en todo caso se habían excedido inicialmente en parcelar en demasía) no será de extrañar nuestra postura de total desacuerdo con las repetidas acusaciones de muchos investigadores tendentes a teñir de inmoralidad la gestión desamortizadora. Sería de agradecer que esas acusaciones dejaran de ser deducciones ideológicas y se convirtieran en demostraciones concretas. Los CUADRO Nº 46 y Nº 47 ofrecen por años la secuencia de lo que se fue vendiendo en cada partido judicial. El primero agrupa los datos por partidos y el segundo lo hace por años de manera que se facilite la doble perspectiva. Sin entrar en otros posibles pormenores queremos aprovechar este cuadro para una sola cosa: ver con la realidad de los datos hasta qué punto puede sostenerse el repetido aserto de que la desamortización empeoró la situación del campesinado del Bajo Aragón (con su secuela de presumibles aumentos en los arrendamientos) y que actuó como un caldo de cultivo favorable para que arraigaran allí las tesis y actitudes carlistas. Concedamos, en un exceso de esplendidez, que pertenecen por entero al Bajo Aragón los partidos judiciales de Caspe, Belchite, Daroca e incluso Pina de Ebro. Y como no tiene sentido contemplar lo que se vendió una vez acabada la guerra carlista nos limitaremos a la superficie de extensión rústica vendida y que fue anunciada hasta fines de 1839:
Los datos son lo suficientemente elocuentes como para no insistir en la idea de que resulta absurdo atribuirle a esas 286 hectáreas ningún protagonismo a la hora de explicar las causas del carlismo en la zona. El CUADRO Nº 48 nos presenta la evolución de las ventas del clero regular distinguiendo entre frailes y monjas, grupos a los que se les enajenó un total de fincas muy igualado en número. Los de las órdenes femeninas comenzaron a ponerse en venta a finales de 1837. Si observamos la proporción anual del número de fincas de cada procedencia se aprecia que durante 1838-40 el número de las fincas de monjas es casi el doble que el de los frailes, y en 1842 y 1843 vuelve a ser superior. Arrancando de 1838 la proporción no se mantiene si nos atenemos al valor de lo rematado pues los porcentajes durante los tres primeros años tienden a aproximarse y en 1841 y 1843 es más lo que se remata de los frailes que de las monjas. Las primeras fincas que se vendieron de las monjas fueron las que obtuvieron medias de remate más altas, percibiéndose la tendencia a ser de menor precio las de años sucesivos. Sin embargo, no cabe decir lo mismo con respecto a las fincas de ordenes religiosas masculinas cuya media de remate se mantuvo alta, sin apenas diferencias excepto en 1842-43, y siendo las anunciadas en 1841 (el 14.2% del total de las de frailes) las que salieron a subasta con un valor inicial más alto y obtuvieron medias de remate muy por encima de las de cualquier otro año. Algo parecido pasa con las de monjas de 1844, pero se trata de un reducido número de fincas y no se le puede atribuir el mismo protagonismo. Como resumen, pues, cabe señalar que si bien en los bienes de monjas (en conjunto de bastante menos valor que los de los frailes) se percibe una tendencia a que las mejores fincas se vendan primero (¿son las fincas urbanas?...), ese no es el caso en absoluto por lo que respecta a las fincas de los conventos masculinos. El CUADRO Nº 49 nos ofrece una panorámica por años sobre la evolución de las ventas en función de su carácter rústico o urbano, en la que podría prescindirse de la fila de "Otros" debido a su escaso número. Dado el menor peso de las fincas urbanas en cuanto a número total (aunque no tanto en cuanto al valor inicial o de sus remates), en este cuadro es preferible observar la columna de porcentajes con respecto al total de rústica o de urbana en vez de la proporción con respecto a las vendidas ese año. La tendencia, varias veces apuntada, a que las fincas urbanas se vendieran antes que las rústicas es puesta claramente de manifiesto por los datos. Por ejemplo, durante los tres primeros años (1836-38) se vendió el 18.5% de las fincas rústicas con un porcentaje de remate de 23.3% sobre el total de rústica. Los bienes urbanos vendidos durante el mismo período alcanzan con respecto al total de la propiedad urbana un 46% en cuanto a número de fincas y el 54.6% por el valor de remate. Y la tendencia es aún más clara desde el principio si nos fijamos en la proporción que dentro de cada año representan los remates de un tipo u otro de fincas y tenemos presente que si las proporciones varían de signo en 1842 ello no hace sino confirmar la tendencia, pues significa que al irrumpir en el mercado un conjunto nuevo de propiedad (la del clero secular), las urbanas vuelven a adquirir mayor protagonismo. Los CUADRO Nº 50 y Nº 51 se ocupan exclusivamente de las fincas rústicas agrupadas en categorías. En ellos se puede apreciar el peso de cada tipo de finca rústica dentro de cada año en relación con los demás tipos y la secuencia de venta de las de la misma clase a lo largo de los años en que hubo anuncios de venta de esa categoría concreta de fincas. De las muchas cosas que se podrían decir a partir de estos cuadros no limitaremos a señalar algunas: - Las tierras de labor constituyen todos los años y en progresivo aumento el porcentaje mayor de fincas vendidas cada año pero no así el de los remates (sobre todo el primer año). Abarcan el 82.2% del total de fincas rústicas, pero en remate sólo alcanzan a ser el 57.2%, y en superficie el 56.5% con una media de extensión aproximadamente de 1 Ha. que es superada los dos primeros años pero también el quinto, sexto y último, que son años, además, de mejora de cotización excelente. - Las tierras de huerta y huertos no llegan a 1/2 Ha. de media y constituyen sólo el 1.3% de la superficie total vendida y el 7% de los remates (en valor inicial el 5%). Se vendieron con mejoras bastante altas y siguiendo una pauta de ventas semejante a la de los campos (con crestas en 1839-40 y 1843-44). - El olivar afecta al 6.8% de las propiedades. Son fincas con una media de 1 Ha. Con un valor de remate del 8.2% y extensión del 4.6% del total de la rústica. La cuarta parte de la tierra de olivar se vendió en 1840, pero en 1836 forma una parte muy sustancial del conjunto de rústica vendido ese año (14 Ha. de olivar que forman el 29% del número de fincas y el 14.4% del total de superficie vendida) a pesar de que parece que no fueron los olivares de mayor tamaño los que se vendieron primero. - En el apartado de "otros" predominan los yermos, montes y pardinas (ver cuadro 4). En conjunto fueron pocas fincas y lo más característico de su ritmo anual de puesta en venta es su inestabilidad. Siendo el 2.9% de las fincas logran un 8.2% de los remates que correspondía al 6.4% del valor inicial (se vendieron bien), destacan por su tamaño que pasa de casi 10 Ha en 1836 a 12 y media en 1837 y a 66 Ha en 1838. En total el 22.7% de la superficie rústica vendida - Las torres o granjas aluden a casas con sus tierras anejas. Se vendieron 56 y son las fincas que obtuvieron medias de remate más alto. Las 5 del primer año, con 27.5% Ha. de media y casi medio millón de media de remate conforman el grupo de las más caras de toda la desamortización (junto a las 6 torres vendidas en 1839, que las superan en este sentido aunque eran mucho más pequeñas) y, sin lugar a dudas, pueden haber servido para dar pie al tópico de que la desamortización se puso en marcha para favorecer a las grandes fortunas. Durante los primeros años el peso de estas fincas en el total de remates de rústica de cada año es considerable, pero si observamos la columna de porcentajes del valor inicial de lo que se fue sacando a la venta cada año resulta aparente que no cabe hablar de precipitación alguna sino de una dosificación muy equilibrada a lo largo de los seis primeros años con un claro freno en el tercero. Además, tampoco conviene sacar las cosas de quicio pues las 11 fincas mencionadas se limitan a ser el 3% de la superficie rústica vendida y no llegaría siquiera al 5% si considerásemos únicamente las tierras aprovechables agrícolamente, es decir, aunque excluyésemos a yermos y montes del total de rústica vendida. - La media de extensión de las viñas es superior a la de los campos, huertos y olivares aunque tanto su precio medio como la mejora son los más bajos de todos los grupos de rústica. Nunca constituyeron un porcentaje destacado de lo que se vendió cada año y su ritmo de venta refleja una concentración en torno a 1837-38 y 1841, llamando la atención la escasa cotización de las anunciadas en 1837 que es la más baja de cualquier tipo de fincas en todos los años anteriores a la desamortización de Espartero. De todas formas, la tendencia a la baja cotización se da en 1837 en todo tipo de fincas rústicas (no en las urbanas tal como se aprecia en el cuadro 52 y 53) y ello se refleja igualmente en el resumen por años de la parte inferior del cuadro. Dado que las fincas de ese año no iban a ser precisamente las peores de todo el clero regular, lo cierto es que carecemos de explicación para ello. Aunque socorrida, pero no por ello carente de lógica, la única explicación que se nos ocurre es la de una mayor prevención a comprar fincas rústicas en despoblado y fuera de la ciudad en un año que vio la caída de Mendizábal y en septiembre la llegada a Madrid de la Expedición Real. La inseguridad en determinadas zonas de la provincia quedó puesta en evidencia el 5 de marzo de 1838, fecha en que las tropas carlistas de Cabañero entraron en la propia capital de la región. Es decir, 1837 es un año crítico en el que no estaba nada claro cual iba a ser el resultado de la guerra y si se garantizaría o no el disfrute de las fincas a largo plazo y en el que la inseguridad general y la proliferación de partidas en el campo tampoco garantizaba la posibilidad del disfrute inmediato de ese tipo de fincas. Si ello fuera así, habría pues que renunciar a algunos tópicos de contubernios y compromisos del gobierno con los grandes especuladores y proveedores del ejército con los que estaba en deuda y tener que aceptar que la actuación del carlismo ayudó a que ese año se vendieran más baratas las fincas rústicas facilitando su acceso a los más osados y a los que no sólo tenían eso que perder si se perdía la guerra. En conjunto las ventas de ese año significaron un 9.2% del valor inicial que correspondió a sólo el 6.7% de los remates y afectó a un 10.7% de la superficie vendida. Los CUADRO Nº 52 y Nº 53 ofrecen una perspectiva similar a la de los dos anteriores, pero en este caso referida a los diversos grupos de fincas urbanas. Las viviendas constituyen las 3/4 partes del valor inicial y de remate de todo lo subastado. Su importancia relativa dentro del total de urbana rematado cada año es abrumador y sobre todo en los primeros años. De 1836 a 1838 se vendió el 42.8% del número de viviendas, pero ello supuso en remate el 64.9%, dato que pone claramente de manifiesto el hecho varias veces mencionado de la prisa por vender cuanto antes las urbanas y sobre todo las de buena calidad. Sin embargo, hay que destacar que los bienes que hemos calificado como comerciales e industriales, y de los que en principio se debía estar sacando una mayor utilidad en rentas y cabía esperar un mayor esmero en su conservación por parte del arrendatario, no manifiestan en absoluto esa tendencia a concentrar las ventas en los primeros años. El CUADRO Nº 54 clasifica las fincas en función del valor de los remates y manifiesta a lo largo de todo el período la tendencia de las mejoras de cotización a ser superiores cuanto más cara es la finca. En cuanto al número de las vendidas cada año de cada tipo se observa la tendencia a distribuirse claramente con un perfil de curva normal cuya cúspide se sitúa en las fincas de valor medio en las fincas del clero regular. En las del clero secular (1843-44) predomina netamente el número de las fincas de valores de remate más pequeños. Las proporciones son distintas si nos atenemos al valor de los remates pues lógicamente a un número de fincas que puede ser similar en cada extremo (las más baratas y las más caras), estas últimas se llevarán un porcentaje del total de remates del año que será muchas veces superior. Los saltos no son tan acusados ni tan sistemáticos, sin embargo, si nos atenemos al volumen de superficie rústica que ello implica cada año. El CUADRO Nº 55 aclara la distribución de ventas anuales en función del tamaño de las fincas rústicas y alguna urbana. Las que figuran sin extensión corresponden casi en un 100% a fincas urbanas. Las proporciones anuales de las fincas sin extensión disminuyen regularmente hasta 1841 (fincas del clero regular) y lo mismo sucede después con las del clero secular. La tendencia es la misma si nos atenemos a los porcentajes de remate aunque distribuidos de una forma más irregular. Entre las fincas con extensión, las de más de 4 Ha contribuyen a los porcentajes anuales de remate de una forma contundente en los dos primeros años, sobre todo en 1836 en que superan netamente al conjunto de los restantes tipos de fincas. En 1838 casi desaparecen, pero en 1839-40 vuelven a surgir con una notable proporción pero que no sobrepasa los porcentajes de otras fincas de menor tamaño. En 1841 (final de ventas importantes del clero regular) la importancia en remate y valor inicial de estas fincas de mayor tamaño es superior a la de ningún otro año, tanto si tenemos en cuenta sólo las fincas con extensión o todas ellas (afectando a más fincas, a más inversión a pesar de una media de remate inferior y a cuatro veces más extensión que las vendidas en 1836). La evidencia no puede ser más clara: las fincas de mayor tamaño no fueron las primeras que se vendieron y aunque los índices de mejora de cotización en subasta descendieron algo conforme transcurrió el tiempo siempre fueron elevados y en casi todas las ocasiones los más altos dentro de las cotizaciones de cada año, superando incluso la media de cotización de las fincas sin extensión (presumiblemente urbanas). El CUADRO Nº 56 nos ofrece una panorámica por años sobre la evidente, constante y masiva realidad de las cesiones de fincas. Como ya apuntamos en el capítulo dedicado a la revisión legislativa la compra para ceder fue un hecho habitual y nuestra opinión es que mayoritariamente responde a una tarea de encargo previo en la que el representante del verdadero comprador actúa dentro de unos márgenes de puja que le han sido indicados por éste. Como hemos dicho, se trata meramente de una conjetura, pero puede quizá ayudar a explicar el hecho de que las ventas con una cesión ("por encargo") den índices de cotización superior a la de las que no se cedieron (el agente no juega con su dinero y además es posible que actúe a comisión sobre el valor de remate). Ello ocurre la mayoría de los años, con la excepción de 1837 (año peculiar y en el que las cesiones tienen menos importancia), de 1841, en el que el índice de mejora de la reducida proporción de las que no se cedieron es ligeramente más alto, y de 1844, en el que los índices son prácticamente iguales. A la vista de los datos, y elaborando todavía un poco más la conjetura hasta rozar lo inverosímil, podría deducirse que el hecho de que muchos compradores actuaran normalmente por medio de agentes no sólo no fue perjudicial para las ventas sino que permitió a la hacienda el obtener unos ingresos un poco más elevados que los que hubiera obtenido si hubieran estado presentes en la subasta los verdaderos interesados. Los calificados como agiotistas, especuladores, negociantes y aprovechados en general, quedarían trasformados así en instrumentos involuntarios que contribuyeron positivamente a la mejor cotización de las fincas. El CUADRO Nº 57 distribuye por años las fincas que hemos calificado como adquiridas por compradores de clase social baja, los cuales, simplificando, vienen a ser los que no votan, no compran en total bienes tasados por más de 20.000rs o rematados por más de 50.000rs y tampoco son vecinos de fuera de la provincia. A destacar fundamentalmente, su escasa participación cualquiera que sea la columna en que centremos nuestra atención, sobre todo en las fincas del clero regular. El CUADRO Nº 58 se ocupa de analizar únicamente la figura del comprador y el CUADRO Nº 59 el número de fincas que adquieren los compradores del cuadro anterior. Refleja el minucioso detalle de una elaboración bastante sofisticada que obliga a aclarar los conceptos que aparecen en los distintos encabezamientos. En primer lugar, dado que hablamos de compradores, la fecha se refiere al año de aprobación del remate y no se han sumado las cifras de los últimos años a las de 1845 tal como veníamos haciendo al operar con los años de anuncio de las fincas. El "total" de 1620, 865, etc. compradores de la fila inferior corresponde a sumar los compradores diferentes que intervienen cada año y un comprador puede comprar en distintos años. Las columnas aluden a: - número total de compradores del año - numero de compradores que son rematantes (=remata) - numero de compradores que adquieren por cesión (=cesión) - numero de compradores que compatibilizan ser rematante en ocasiones y otras adquirir por cesión (=remata/cesión) - número de compradores que adquieren fincas fuera del pueblo de su vecindad. - numero de compradores que compran fuera del partido - número de compradores que compran fincas que salieron más de una vez a su basta. - los porcentajes son unas veces de columna con respecto al total de esa clase y otras veces de fila, o sea, con respecto al total del año en cuestión. El cuadro 59 aborda los mismos conceptos pero referidos al número de fincas y la media de fincas por comprador, faltando únicamente el número de fincas adquiridas por los que son a la vez rematantes y compradores por cesión de otro. Si atendemos en primer lugar a los compradores que compaginan el rematar personalmente con la obtención por cesión cabe destacar que en conjunto forman una proporción reducida y que suele darse con más frecuencia en los años de venta de bienes del clero regular. El año 1840 es el año en que se da con mucha más frecuencia que ningún otro y sólo afecta al 21.6% de los compradores del año. De ello podemos concluir que la mayoría de los compradores tanto en su conjunto como por años, o bien aparecen sólo como rematantes o sólo como compradores por cesión de otro rematante, apuntando así a cierta pauta de comportamiento que da más significado a las columnas que se ocupan de los que sólo rematan o sólo adquieren por cesión. En 1836, 1838, 1844 y 1848 predomina la figura del rematante que compra para sí, sobre todo en 1844, año en el que se concentran muchos de esta clase y en el que participa un mayor número total de compradores distintos (408, que supone el 36% con arreglo a los 1133 compradores distintos que participaron en la desamortización). Los mayores porcentajes de compradores por cesión se obtienen en el período 1839-41. Los compradores que participan en la compra de bienes fuera de su pueblo o de su partido judicial son entre 1836 y 1839 muchos menos de los que cabría esperar, produciéndose las proporciones más elevadas en este sentido en 1840 y 1841, es decir, coincidiendo en buena parte con los máximos reflejados de compradores que adquieren por cesión. En el cuadro 59 puede apreciarse el volumen de fincas afectadas por la actuación de los diversos tipos de comprador que hemos reseñado. La columna que se ocupa de las fincas subastadas más de una vez muestra que el 81% de los casos se dio en 1843-44. En 1844 se aprobó el remate de 1.635 fincas (la cuarta parte del número total de fincas vendidas y en él se dan los porcentajes más altos ya que son todos de columna y en ello influye el elevado número de fincas vendidas ese año. En las medias de número de fincas adquiridas por cada comprador se produce un aumento gradual casi perfecto de 1836 a 1841 en todos los conceptos excepto en las columnas de bienes adquiridos fuera de la localidad de vecindad del comprador en los que la graduación no es tan clara y que se caracterizan, además, por ser medias de número de fincas por comprador más elevadas. El CUADRO Nº 60 es una especie de continuación del cuadro 58, pues se ocupa sólo de compradores, pero en este caso el factor diferenciador estriba en que las columnas se refieren a cada comprador teniéndolo en cuenta solo una vez, es decir, la primera vez que interviene en la desamortización. La primera columna, con el total de compradores que interviene cada año se ofrece como referencia. La segunda muestra los que se incorporan ese año a la desamortización y las restantes muestran como se produce esa incorporación. El cuadro es menos superfluo de lo que parece a primera vista pues, de hecho, en la columna siguiente, al ocuparse de los que actúan como rematantes nos está reflejando exactamente (y parcialmente) el número de "caras nuevas" que cada año se van incorporando como rematantes, es decir, participando activamente en las subastas. Y ese es un criterio válido para someter a examen el famoso aserto de Antonio Flores, de que pasadas las primeras subastas, después, siguieron siendo siempre las mismas caras más o menos. En líneas generales, la incorporación de compradores nuevos con respecto al total de compradores que actúan cada año va ofreciendo proporciones (de fila) más bajas conforme pasan los años. El primer año son todos nuevos y cada año lo van siendo menos hasta que aparecen los bienes del clero secular en que vuelven a subir las proporciones. Pero lo más interesante es observar la proporción (de fila) de personas que son rematantes nuevos cada año (las caras nuevas entre los licitadores que se llevan la puja por la finca). El segundo y tercer año se mantiene una notable proporción de compradores que efectivamente se incorporan a la desamortización actuando como rematantes y es a partir de 1839 cuando parece que comienzan a verse con más frecuencia sujetos que han comprado con anterioridad en uno u otro concepto. Pero antes hemos dicho que nuestra medición no sólo era precisa sino que también era parcial. Dado que en este análisis estamos operando con los nombres de los compradores definitivos hemos despreciado (una vez anotado como dato que esa finca ha sido cedida), los nombres de los rematantes que cedieron y si sumásemos algunos de ellos (también hubo incorporaciones sucesivas de rematantes que no se quedaron las fincas), las proporciones globales de caras nuevas a lo largo de todo el proceso desamortizador serían más elevadas de lo que refleja el cuadro. Antonio Flores tendría todavía menos razón de la que pretende si es que estamos dispuestos a concederle un cierto grado de crédito. Ateniéndonos a los que compran por primera vez como rematantes o por cesión son muchos más los que lo hacen por cesión en 1840-42 mientras que lo contrario sucede sobre todo en 1836 y 1844. En porcentajes de fila, los que compran por primera vez fuera de su localidad son más en 1840, 1843 y 1844, pero los que compran fuera del partido son muchos menos en 1844. En el CUADRO Nº 61 en la mayoría de los conceptos se distingue por años los valores de lo adquirido como rematante y de lo adquirido por cesión. De esa forma no se juega únicamente con los números de fincas y de compradores como en los cuadros anteriores, sino que se abordan los valores iniciales, remates, extensiones, mejoras, etc. correspondientes a las fincas afectadas. Algunos de los datos de estos cuadros son parecidos a los del cuadro 56 que clasificaba las fincas por el número de cesiones y año de anuncio. Ahora la distinción es más escueta y dicotómica entre lo rematado y lo cedido por años de remate. Las mejoras más altas suelen corresponder a los que compran por cesión. Los años en que no es así (sobre todo 1840, 1841 y 1844) coinciden en ser los años en que la proporción de compradores (y número de fincas adquiridas) que rematan para sí mismos es inferior con respecto al total del año. La posible conclusión sería contradictoria a la conjeturada por nosotros a partir del cuadro 56: la presencia masiva de rematantes que lo hacen para ceder influye en el "abaratamiento" en la cotización. Y ello contradice lo anteriormente apuntado. No creemos que lo invalide, pero sí cabe que lo matice, y haya que añadir que si entre los que asisten a los subastas predominan excesivamente los que están allí para ceder, ello fuerza a los que rematan para sí a aumentar ligeramente las cantidades que se ven obligados a pagar por las fincas. Pero como ya dijimos, todo esto no deja de ser mera especulación y que si se desea (aquí entra lo ideológico) se puede interpretar totalmente en sentido contrario. Ateniéndonos a los porcentajes de extensión rústica adquirida por remate o por cesión en el conjunto de los tres primeros años la proporción es favorable a los rematantes (sobre todo en 1838), de manera que de las fincas rústicas entregadas en ese período inicial no se puede decir con igual fundamento que de las de años posteriores que se compraran para ceder. Y por lo que respecta al montante de los remates de unos y otros cabe señalar lo mismo: el porcentaje de lo desembolsado por los que rematan la subasta y se quedan con la finca (no recurren a agentes que les representen) es superior durante los tres primeros años. Con respecto a las medias de extensión de las fincas, quizá cabe destacar el hecho de que las fincas de mayor tamaño (años 1837, 1841, 1848 y 1849) parecen haber quedado directamente en manos de compradores que remataban directamente la subasta. Los CUADRO Nº 63, Nº 64 y Nº 65 distribuyen los compradores diferentes que compraron bienes durante estos años según el número de años distintos en que adquieren bienes (fecha de anuncio). El primer cuadro tiene en cuenta a todos los compradores y fincas, el segundo sólo a los compradores que adquieren fincas rematadas por ellos mismos y el tercero sólo a los que adquieren fincas por cesión de otros. Los porcentajes se refieren siempre al total de todo lo vendido en la provincia y las medias se refieren a los totales de cada comprador (excepto en la columna de extensión rústica que son de las fincas). El cuadro 63 evidencia que el 75% de los compradores adquirieron bienes subastados durante un sólo año y supera el 90% los que lo hicieron a lo largo de uno o dos años, situación que afecta aproximadamente a la mitad del número de fincas y valor total de los remates. El grupo de compradores que actúan en tres años distintos no es muy numeroso (5.2%) pero se llevaron un 22% del total de los remates y de la superficie rústica, siendo sus fincas las de mayor tamaño. Las medias de remate y número de fincas de los compradores crecen conforme aumenta el número de años en que intervienen, con la única excepción de los 5 compradores que participan 6 años que no siguen la tendencia (tampoco en cuanto a compras fuera del partido o del pueblo de vecindad) pero que sin embargo son los que muestran las mejoras más altas y adquieren fincas bastante grandes. Parece como si fueran compradores muy selectivos. El cuadro incluye a los compradores independientemente de que adquirieran como rematante o por cesión y creemos que deja suficientemente claro que fueron muy pocos los que parecen haber estado permanentemente ojo avizor para aprovecharse de las subastas de bienes eclesiásticos. Los datos muestran claramente que la pauta de conducta normal de la mayoría de los compradores consistió en adquirir bienes a lo largo de un período reducido de tiempo, bienes que muy probablemente procedían o estaban situados en un lugar muy concreto y que una vez satisfecho ese interés, los compradores pasan a desentenderse de la desamortización. Si observamos los cuadros 64 y 65 los porcentajes de número de compradores se distribuyen de una forma muy paralela. En conjunto afectan a un total de compradores muy similar ya que el 58.3% actúan como rematantes y el 60% adquieren por cesión, pero por valor de lo rematado los primeros adquieren sólo el 39.4% mientras que los segundos alcanzan un 60.6%. Entre estos últimos se acusa además una tendencia a tener más incidencia los que participan dos y tres años que entre los rematantes. Los cuadros no distinguen si el comprador es sólo rematante, cedido o ambas cosas a la vez (hecho que sí se ha controlado más adelante en el apartado en que estudiamos al grupo de compradores vecinos de Zaragoza capital) y por eso el porcentaje del total de compradores, si sumamos ambos, es más de 100. Pero los porcentajes de lo que compran (referidos a información sobre las fincas) sí que totalizan 100. En líneas generales permiten las mismas conclusiones que en el cuadro 63. El CUADRO Nº 66 muestra la distribución de ventas, por meses y años, únicamente de los bienes del clero secular. Las mejoras más altas corresponden a las medias de remate de fincas más elevadas lo cual apunta una vez más a las formas de pago (la opción a pagar en papel esos bienes), y el hecho se acusa de un modo destacado en la media de remate de las fincas rústicas vendidas en octubre de 1842, que son con mucha diferencia las fincas con un promedio de precio más elevado. El rasgo más sobresaliente que descubre el cuadro es la asombrosa concentración de ventas que se produce en tan sólo los cuatro primeros meses de 1844. Entre enero y abril de ese año se vendió el 60.8% del número de fincas (habría que añadirle lo que se subastó que no llegó a venderse) y el 39.7% del valor total de remate de los bienes del clero secular. El CUADRO Nº 67 es la plasmación de una simple curiosidad. Distribuye el total de lo desamortizado en la provincia por meses de anuncio y muestra sencillamente la existencia de una cierta falta de uniformidad en el reparto. Los bienes rústicos anunciados en la segunda mitad del año parecen de un remate medio más elevado y entre los urbanos el fenómeno se produce entre julio y septiembre. Los meses centrales, de mayo a septiembre figuran como los más escasos en número de fincas anunciadas. |
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